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Ayotzinapa y El Cabo Gil, impunidad y lucro

SOBRE LA MARCHA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

43 estudiantes asesinados y sus cuerpos desintegrados hace siete años en las inmediaciones de un basurero en Cocula, Guerrero. Los normalistas de Ayotzinapa están, oficialmente desaparecidos.

De sus restos, tres han sido identificados con todas las de la ciencia forense: Alexander Mora, Christian Rodríguez y Jhoshivani Guerrero.

Desde que el gobierno de Peña Nieto reaccionó tarde y mal, en las inmediaciones del horror, vividores del dolor ajeno se han servido con sevicia. Lo mismo con pases de lista de teatralidad lacerante; inimaginable si las familias huérfanas de hijos importaran a los activistas multimedia.

Por instrucción del Presidente López Obrador conocemos la transcripción de mensajes durante aquella noche de septiembre de 2014, entre uno de los líderes de Guerreros Unidos, Gildardo López Astudillo, El Cabo Gil, ahora conocido como “Juan”, clave como testigo protegido, y el comandante de la policía de Iguala, Francisco Salgado Valladares.

El Cabo Gil era uno de los asesinos confesos. Hoy, Gildardo López es beneficiario directo de intrigas leguleyas de aquellos anti-verdad histórica de Jesús Murillo, el célebre y bien remunerado Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), el Centro Pro de Derechos Humanos, entre otros que lograron liberarlo, en agosto de 2019, de la prisión en la que estaba desde octubre de 2015.

La voluntad política del Presidente desveló con dos cuartillas entregadas por inteligencia de la Secretaría de la Defensa Nacional, mentiras estructurales de este matarife conocido también como Capitán de capitanes, quien fabricó una historia a su medida. “Juan” pasó, según la nueva narrativa ideológica del caso, a ser matón soplón solapado, consentido e impune.

El comandante de la policía y El Gil se pusieron de acuerdo, de acuerdo a la transcripción revelada, en qué hacer con estudiantes detenidos. El Gil orientó la cronología para decir que los militares habían participado en la noche de Iguala. Los del GIEI y otros depredadores de la tragedia alimentaron la especie panfletaria más rentable.

Quien fue secretario técnico del GIEI, es hoy Fiscal especial para el caso Ayotzinapa. Omar Gómez Trejo, vive horas bajas, apenas el domingo, cumplido el séptimo aniversario, apareció en medios a través de conferencias de prensa para que la emblemática fecha no pasara sin alguna efímera gloria mediática.

Una vez más, la narrativa eje de aquella repudiada versión de la PGR peñista, se impone. La verdad sobre el paradero de aquellas vidas se enreda en una red burocrática, anudada con intereses ajenos a la justicia y a la paz.

Gracias a una exigencia periodística por conocer las transcripciones de aquellos interrogatorios, se dio la entrega de dos hojas tachadas de cabo a rabo lo que, en reclamo mañanero, activó la impronta presidencial; que se den a conocer. Así fue y ahora lo que tiró la verdad histórica tumba la media verdad legítima.

Lo que El Cabo Gil chateó con el policía Salgado aquella noche, lo inculpa de cuerpo entero. ¿Qué pasa ahora? En el camino varios cómplices de López Valladares salieron y se pelaron. Esta grillita reivindicativa y justiciera, abrió una puerta que ahora no hay quien cierre.