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La política en la detención del Mayo Zambada

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El periodismo estadounidense ha sido la fuente de información más asequible para que, Gobierno y ciudadanos, nos enteremos qué pasó con la traición de Joaquín Guzmán hijo, a Ismael El Mayo Zambada recluido en Estados Unidos.

La implosión del Cártel de Sinaloa presagia una guerra para zanjar semejante agravio, un Chapito secuestró al cofundador del emporio criminal. Las venganzas en esas órbitas de la delincuencia suelen ser notables. México ya ha padecido reyertas públicas entre capos íntimos.

Lo que haya negociado Guzmán López con el FBI sólo lo sabe un fiscal y los jefes del Buró Federal gringo. Cómo sometieron al legendario Mayo Zambada lo sabrá, acaso, un puñado de hombres, leales al Chapito y traidores al socio del Chapo Guzmán.

¿Importa saber esos detalles? Sí, ya que la extraordinaria operación para echar guante a uno de los mayores introductores de fentanilo a suelo norteamericano, sucedió en México, volaron desde el aeropuerto internacional de Hermosillo, Sonora, y según la secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, en esa aeronave despegó únicamente el piloto y aterrizaron tres en Texas.

Por la multiplicación de pasajeros en cielos nacionales, la reconfiguración de la mafia y sus repercusiones en materia de seguridad pública, el tema y sus detalles importan.

En Estados Unidos, el anuncio de la detención del Mayo Zambada y Joaquín Guzmán junior tiene implicaciones político-electorales relevantes. Para la administración Biden, es un logro, para la candidatura demócrata de su vicepresidenta, Kamala Harris, un impulso.

Apenas el fin de semana anterior, Donald Trump, al lado de J.D. Vance, dijo a la cadena de noticias Fox News que en México mandaba el crimen, que los narcos podían despachar a un presidente en horas y que nuestras autoridades estaban petrificadas ante el imperio de los delincuentes.

Los candidatos republicanos a la Casa Blanca señalaron, en esa entrevista, que era necesario, en el mejor espíritu Rambo, borrar de la faz de la tierra a los cárteles aztecas.

Joe Biden, en modo estadista, demostró que, con inteligencia y capacidad de coerción, por miedo al sistema judicial y penal de allá, pueden someter a jefes, como Los Chapitos, sin rociar napalm en la sierra sinaloense o bombardear con drones Tamaulipas y Jalisco.

En este asunto el gobierno con sede en Washington, no tuvo confianza ni consideración para la administración de la 4T. No hubo llamada de alerta, aviso o consulta a la Cancillería, Defensa, Marina o Palacio Nacional. Tampoco entre fiscales nacionales.

El Presidente López Obrador se enteró por su ministra de Seguridad, y próxima titular de Gobernación, cuando a ella le avisaron del hecho consumado.

Así la calidad de la vecindad en un tema que México, ha insistido en atacar con abrazos, buenos deseos y prédica humanista. Estados Unidos no tomó en cuenta la exposición en la que puso a un gobierno popular, dicharachero, pero colaborador. Ni hablar.