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Gabriel Morales Sod

Si Claudia fuera francesa

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Ya se habían tardado, pensé, cuando vi un video en las redes sociales de Claudia Sheinbaum, donde la aspirante a la Presidencia hizo pública su acta de nacimiento para responder a quienes falsamente la acusan de no ser mexicana. En las últimas semanas han circulado videos que ponen en duda el lugar de nacimiento de Sheinbaum. Investigando sobre el tema, me crucé con un artículo de Leo Zuckermann en Excélsior, donde, acertadamente, el periodista hace una comparación con el movimiento birther en Estados Unidos, que trató de poner en duda el lugar de nacimiento, como arma política, del entonces candidato Obama.

Según Zuckermann, los falsos ataques contra Sheinbaum se deben a “dos prejuicios que todavía existen en nuestro país: la xenofobia y el antisemitismo”. Inmediatamente al leer esta oración se me vino a la mente otro de los aspirantes a la Presidencia, Marcelo Ebrard. La primera entrada que me apareció en el buscador, cuando indagué sobre su apellido, fue un artículo de La Silla Rota titulado “Qué elegancia la de Francia. El origen del apellido de Marcelo Ebrard”. Fuera de eso, el particular apellido del contendiente no ha causado más polémicas, ni mucho menos acusaciones por no haber nacido en el país. Mientras el origen francés del apellido parece darle a Ebrard un aura de “elegancia” o sofisticación, el patriotismo de Claudia, cuyos padres, como ella, nacieron y crecieron en México, se pone en duda.

El antisemitismo tiene una larga historia en México que comenzó con el acoso y persecución de la población judía en la Nueva España por la Inquisición. Ejemplos más recientes incluyen al grupo paramilitar, fascista y antisemita Acción Revolucionaria Mexicanista, que operó desde la década de 1930 hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, y a Salvador Borrego, un negacionista del Holocausto con vínculos al Yunque y al Partido Acción Nacional. Hoy en día, periódicos nacionales continúan publicando a columnistas que hablan de una conspiración judía en el poder y un importante sector de la sociedad mexicana se opone al Estado de Israel; no a las políticas de su gobierno o a la ocupación en Palestina, sino a su existencia misma.

Sin embargo, los ataques a Sheinbaum tienen más bien su origen en la historia del antisemitismo europeo. Acusar a judíos de tener doble lealtad, de falta de patriotismo y de pertenecer en realidad a otro lugar, es una trova común del léxico antisemita. El caso más famoso de éstos fue el infame juicio contra el general Dreyfus en Francia en la década de 1930. El odio desencarnado por el sobreviviente del Holocausto y filántropo George Soros es un ejemplo más reciente de este fenómeno. En su columna, Zuckermann dice que, a pesar de que Claudia no niega su origen judío, por lo que él sabe, ya no se considera como judía. Es posible que el judaísmo sea o no parte de la identidad de Claudia; sin embargo, a diferencia de lo que sugiere Zuckermann, Claudia no tiene que declararse públicamente judía para que, a nuestros ojos, pueda serlo. El judaísmo, que también tiene una expresión cultural, independiente a su expresión religiosa, forma parte de la identidad de miles de mexicanos, al igual que muchos otros factores. Como cualquier identidad, por ejemplo el catolicismo, la identidad judía puede coexistir con valores nacionalistas o patrióticos. Cualquiera que haya seguido la actividad política de Claudia, sin importar lo que piensen sobre su ideología, ha observado su patriotismo, sin necesidad de revisar su acta de nacimiento.