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Gabriel Morales Sod

El juego de poder detrás de la crisis en Ucrania

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Rusia es una potencia clásica. A pesar de su relativa debilidad económica, el país más grande del mundo heredó de la Unión Soviética un arsenal nuclear y militar y una tradición de poder histórica, que le permitieron, bajo el mando de Vladimir Putin, regresar a la arena internacional.

Mientras que China utiliza su poder económico e influencia diplomática para convertirse en el principal socio comercial de cuantos países puede y controlar recursos naturales clave, Rusia se comporta como lo ha hecho desde hace ya varias décadas: dependiendo de su nivel de estabilidad política interna y de la debilidad o fuerza de sus rivales geopolíticos, Moscú trata de incrementar su presencia militar e influencia política en lo que considera su órbita de seguridad —concepto no fijo que, como en la Guerra Fría, puede cruzar las fronteras rusas y llegar incluso hasta el Medio Oriente—.

Es así como, sorpresivamente para muchos en Occidente, nos encontramos en una peligrosa situación que podría deteriorarse en cualquier momento y culminar con una invasión rusa a Ucrania. Sin embargo, la movilización masiva del ejército ruso es sólo la culminación de un largo juego de poder entre Rusia y Occidente. Un ciclo cuyo último capítulo probablemente comenzó durante la guerra civil siria, cuando el entonces presidente Obama decidió no actuar después de que el gobierno de Assad atacara a su propia población con armas químicas, con el visto bueno de Moscú. La guerra civil siria regresó a Putin de lleno al juego de poder internacional, convirtiéndolo de nuevo en un actor más allá de su frontera inmediata. Las Olimpiadas de Sochi en 2014, en donde Rusia se llevó el medallero con la ayuda de un esquema de dopaje organizado por el Estado, sirvieron como herramienta para mostrar que Rusia estaba de vuelta.

Europa, mientras tanto, se tuvo que enfrentar a la crisis de refugiados que desató la guerra en Siria y que pronto se convertiría en una crisis política interna, que culminaría con la salida de la Gran Bretaña de la Unión y el crecimiento de la extrema derecha. Del otro lado del Atlántico, la victoria de Trump y su desastrosa presidencia hicieron evidente el pobre estado de las relaciones sociales dentro de la potencia y de la debilidad, tanto de la democracia como del poderío estadounidense, más allá de sus fronteras. La parálisis actual del gobierno de Biden y la desastrosa salida de Estados Unidos de Afganistán no hicieron sino reforzar esta impresión. Rusia habría reaccionado ante el posible ingreso de Ucrania a la OTAN sin importar el estado de sus rivales geopolíticos; no obstante, parece difícil imaginar a miles de soldados rusos estacionados en la frontera de Ucrania sin antes pensar en la crisis que azotan a las potencias occidentales.