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Guillermo Hurtado

Las travesuras de Jesús

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Cuando pensamos lo divino de manera humana, rara vez lo imaginamos con la forma de un niño. Por ejemplo, los dioses griegos se describen como jóvenes, adultos o ancianos, pero no como niños. El caso del cristianismo es muy diferente, porque Jesús tuvo una vida humana como cualquier otra, es decir, pasó por el nacimiento, la infancia, la juventud y la madurez, hasta los treinta y tres años, edad en la que murió en la cruz.

Los evangelios canónicos de Marcos y Juan dan inicio cuando Jesús es adulto y comienza su enseñanza. En el evangelio de Mateo se habla de su nacimiento y sus primeros días, pero luego da un brinco hasta el momento en que comienza su ministerio. Únicamente en el evangelio de Lucas se habla un poco de su infancia, cuando se narra el episodio de Jesús en el templo. Sin embargo, en varios de los llamados “evangelios apócrifos” –antiguos textos árabes, egipcios y armenios que no fueron incluidos en la Biblia cristiana– se cuentan episodios de la vida de Jesús durante su infancia. Estos textos, escritos con encantadora candidez, llaman la atención porque pintan a Jesús como cualquier otro niño que hace travesuras, rabietas e incluso ofende a sus mayores.

Hay una buena razón para descartar esos evangelios apócrifos: no importa lo que hizo o dejó de hacer Jesús durante su infancia, ya que, aunque todo ello resultara cierto, resulta irrelevante para conocer el núcleo de su mensaje y el significado de su sacrificio. Todos esos datos, se diría, son anécdotas prescindibles.

No obstante, es una lástima que los evangelios apócrifos se lean muy poco, ya que contienen narraciones muy simpáticas sobre la infancia de Jesús. Varias de estas anécdotas son ridículas, es decir, nos provocan risa, porque Jesucristo es representado como un niño todopoderoso que hacía milagros a capricho como curar enfermos, resucitar muertos o convertir en pajarillos unas figuras de barro. En ocasiones, hace mal uso de su poder, como cuando castiga a un niño que se tropezó con él o humilla a los maestros que pretenden enseñarle el alfabeto.

La relación entre José y Jesús, que se describe en los evangelios apócrifos, es sumamente compleja. José intenta asumir su responsabilidad como padre, en varias ocasiones, pretende educar, aconsejar e incluso reprender al niño Jesús, pero pocas veces lo logra, porque él no adopta frente a José la actitud humilde de un hijo frente a un padre, sino la de un ser superior frente a uno inferior. Hay una historia, contada en varios evangelios apócrifos, que, sin embargo, resulta muy enternecedora. José tiene que construir un mueble y los trozos de madera que le han entregado están mal cortados. El niño Jesús se percata de la preocupación de José y por un milagro arregla el tamaño de las piezas.