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Mientras tanto, en Europa…

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Mientras nos vemos el ombligo y rumiamos nuestras desventuras democráticas, en Europa ocurrieron, al menos, dos sucesos de gran relevancia: las elecciones al Parlamento Europeo del 9 de junio y la Cumbre de Paz para Ucrania, celebrada el fin de semana en Suiza.

En los cinco años desde las últimas elecciones europeas, hubo fuertes sacudidas, entre ellas, la pandemia de Covid-19, la invasión de Ucrania por parte de Rusia —con las consecuentes afectaciones energéticas, alimentarias y económicas regionales y mundiales— y la reactivación exacerbada de la migración, específicamente la proveniente de países musulmanes, tras el confinamiento. En esa lógica, estas elecciones han de leerse en dos niveles: como una evaluación doméstica en cada país y como el agregado que genera una tendencia en el conjunto, ya sea de continuidad o de cambio.

Tiene razón Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea —quien, con el resultado electoral, prácticamente ve garantizada su permanencia en el cargo— en que “ganó el centro”, es decir, la tendencia principal fue hacia la continuidad. Dentro de la “gran coalición” pro europeísta que la apoya, el Partido Popular Europeo (centro derecha demócrata cristiano) ganó 14 escaños (de 176 a 190) y la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (centro izquierda socialdemócrata) perdió sólo 3 (de 139 a 136); pero los liberales de centro (entre ellos, la coalición del presidente francés Emmanuel Macron) sufrieron una fuerte pérdida de 22 escaños (de 102 a 80).

Alcanzará sin problema para refrendar el mandato de la presidenta (los tres grupos suman 406 de los 720 eurodiputados, el 56% del total), pero no hay que perder de vista el importante avance de los partidos de derecha radical: consolidaron al gobierno de Giorgia Meloni en Italia; dieron un revés importante al partido del canciller alemán Olaf Scholz, relegado al tercer lugar, detrás de los demócrata cristianos y la extrema derecha de Alternativa por Alemania (AfD); y, sobre todo, el fuerte descalabro de Juntos (Ensemble!), la coalición gobernante en Francia, ante el avance de la ultraderechista Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen, que le dobló en votación. El presidente francés decidió de inmediato disolver la Asamblea Nacional francesa y convocar a elecciones anticipadas, una muy arriesgada jugada que, al parecer, le saldrá muy cara y le complicará el resto del mandato. Así pues, el centro político en el Viejo Continente tuvo un indudable corrimiento hacia la derecha.

En cuanto a la primera cumbre internacional por la paz en Ucrania, fue un éxito diplomático contundente para el presidente Volodímir Zelenski. Si bien la declaración final no fue firmada por todos los asistentes y la paz aún se percibe lejos, se trató de un renovado y necesario esfuerzo para encontrar una salida al conflicto bélico más grave en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Zelenski contó con 80 países asistentes y sumó a su causa a la inmensa mayoría de la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, Japón y el bloque invitado de América Latina (Argentina, Chile y Ecuador). Rusia —por supuesto, no invitada— dejó sentir su influencia en el bloque de los BRICs, ya que China no asistió y Brasil, Sudáfrica e India no suscribieron la declaración final. Otra vez, muy mal México, tanto en sus argumentos (pretender incluir en el diálogo a Putin, un criminal de guerra) como en su posicionamiento (en la penosa compañía de países como Arabia Saudita —monarquía absoluta— o Libia —estado fallido con facciones paramilitares en disputa—).