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Desde la Feria del Libro de NY

LA UTORA

Julia Santibáñez
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Invitada por el Instituto de Estudios Mexicanos de la universidad pública de Nueva York, estoy en la Feria Internacional del Libro de esta ciudad.

Como Dirección de Literatura y Fomento a la Lectura de la UNAM, en México armamos y aquí modero la mesa Poetas en lenguas originarias, con Rosa Maqueda (otomí), Irma Pineda (zapoteco) y Nadia López (mixteco). Durante la charla dicen que, cuando no viven en su comunidad, el idioma de origen fusiona memoria e identidad, espacio simbólico. Me gusta cómo se les transparenta la audacia de pronunciar su nombre “en lo alto” en este suelo, inalcanzable para generaciones previas. Después leen poemas en sus lenguas y traducidos al español. Urge aprender de estas cosmovisiones magnéticas, fomentar una visión no subordinada de las más de 65 lenguas indígenas habladas en México.

En la inauguración de la Feria, Luis García Montero apunta: en las palabras cabe la dignidad humana, los valores, el alma misma. Es el corazón de lo que somos.

Sylvia Aguilar Zéleny, escritora además de maestra excepcional, ofrece por parte de Literatura UNAM el taller “Narrar lo propio”, para que veintidós migrantes latinos que vinieron a NY se adueñen con palabras de su experiencia.

“Leer es inspirar, escribir es expirar. Es mi combustible, si lo dejo me impacta físicamente: me enfermo”. Lo señala Agustina Bazterrica, creadora de Las indignas, esa cachetada de estilo y belleza, en una charla moderada por Nubia Macías, sobre qué leen las autoras.

Soy panelista en una mesa de gestores culturales. Laura Filloy, museógrafa y arqueóloga mexicana que trabaja en el Metropolitan Museum of Art, lanza una metáfora: la gestión cultural implica tejer, trenzar hilos para hacer una pieza armónica que atraiga y, sobre todo, de la que muchas personas deseen apropiarse. Me emociona.

“Escribir para que nada haya sucedido”. Lina Meruane cita La noche será negra y blanca, novela de Socorro Venegas. Recuerdo a Pessoa: escribimos porque la vida no basta. Con literatura queremos cambiarla.

“No sabes cuánto me ayudó escucharte. Aprendí que los duelos pesan, pero no detienen: nos forman”, me dice una lectora sobre el poema “Pulso ad_herido”, que da título a mi libro más reciente y el cual leí esta noche, en la Gala de Poesía de la FILNYC. Que alguien se espejee en lo que escribo es mi felizaje mayúsculo.

El memorial de las Torres Gemelas enlista a las víctimas de los atentados. Cala fuerte esa vibra. Por ahí descubro el “árbol sobreviviente”: lo encontraron entre escombros, sin ramas, con la corteza quemada, pero hojas vivas. Especialistas lo rescataron y cuidaron; en 2010 fue vuelto a sembrar en el World Trade Center, cuajado de retoños. Su historia semeja el trabajo artístico: rescatar la vida que hay entre cenizas, ayudarla a florecer.

Muy altas felicidades a José Higuera, presidente de la FILNYC, y a Dejanira Álvarez, directora general, por este diálogo robusto.