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Leonardo Núñez González

Contagio de golpes de Estado

EL ESPEJO

Leonardo Núñez González
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
 
Por:

Unos minutos después de que se anunciaron los resultados de las elecciones de Gabón del pasado 26 de agosto —un país de 2.3 millones de habitantes ubicado en la costa occidental de África, entre el Congo y Camerún—, un grupo de militares apareció en televisión nacional anunciando la captura del presidente electo, Ali Bongo, junto con su círculo cercano de funcionarios y familiares, decretando la anulación de las votaciones y la disolución de todas las instituciones de gobierno.

Con este caso, suman 10 golpes de Estado que suceden en el continente africano durante los últimos cuatro años, en una especie de contagio regional.

El golpe de Estado en Gabón no es precisamente una acción contra un gobierno con todas las credenciales democráticas, pues la familia Bongo gobernaba Gabón desde hace 56 años; primero con las casi cuatro décadas que Omar Bongo ejerció el poder desde su ascenso a la presidencia en 1967, y después con el gobierno de su hijo, Ali, desde 2009. Las elecciones fueron utilizadas como una herramienta de legitimación externa, pues nunca hubo condiciones para una competencia democrática real. Durante los últimos comicios, por ejemplo, de último minuto se determinó que los ciudadanos no podían votar por un partido para la presidencia y otro para el Poder Legislativo. Así, Alí se reeligió con 64% de los votos.

Esto no quiere decir que el golpe de Estado se encuentre justificado, sino que, por el contrario, es el reflejo de la fragilidad institucional de los gobiernos de la región y la sacudida geopolítica que sigue siendo el ascenso de China y la confrontación abierta de Rusia contra el orden “occidental” (no hay que olvidar la gran influencia que Rusia ejerce en África mediante sus mercenarios). Esto puede verse en el golpe de Estado más reciente antes del episodio de Gabón, que sucedió en el mes de julio en Níger.

En este caso, el presidente Mohamed Bazoum había llegado al poder en 2021 mediante las primeras elecciones democráticas en la historia del país. Su figura fue ampliamente aplaudida y apoyada en los círculos de poder de Estados Unidos y Europa (incluso compartió escenario con Bill Gates para promover políticas de desarrollo en su país) y, sin embargo, en cuestión de horas fue depuesto por un grupo de soldados de su Guardia Presidencial, que lo detuvo en su propia residencia oficial y se declaró la nueva autoridad.

Los casos de Gabón y de Níger se suman a los dos golpes de Estado en Sudán en 2019 y 2021, dos en Burkina Faso el año pasado, dos en Mali durante 2020 y 2021, uno en Chad en 2021, así como en Guinea-Conakry ese mismo año. Cada país tiene su propia dinámica histórica, pero en todos estos episodios los militares han jugado un papel preponderante. En ausencia de instituciones resilientes (tanto en los regímenes autoritarios como en los que apenas transitaban a la democracia, que fue el caso de Sudán en 2021) y con un tablero internacional en el que China se ha convertido en el principal socio comercial de prácticamente todo el continente, África se ha convertido en el campo de batalla donde el golpe de Estado regresa, como en las décadas de los 70 y 80, a ser el instrumento favorito para la geopolítica.