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Montserrat Salomón

Chile: esperanza e incertidumbre

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Este 4 de septiembre se celebrará el plebiscito en el que el pueblo chileno tendrá que aprobar o rechazar el texto de la nueva Constitución. Las movilizaciones sociales del 2019 exigiendo salud, educación, empleo y, en general, mayores prestaciones sociales, culminaron con una votación abrumadora en favor de cambiar la Constitución que desde 1980, bajo la dictadura de Pinochet, regía el rumbo del país andino.

Si bien esa Constitución trajo consigo años de un crecimiento económico envidiable, también fue la responsable de un aumento en la desigualdad y de un abandono de los menos favorecidos y de las comunidades indígenas. El nuevo texto enfrenta el reto de mantener el rumbo económico, al tiempo que reconozca las deudas sociales.

A pesar de los grandes esfuerzos que está haciendo el gobierno por distribuir el texto, explicarlo y llamar a un voto informado, el pueblo chileno se enfrenta a la desinformación, las múltiples interpretaciones del texto y al voto visceral emanado de las campañas políticas. Boric, el congresista que tuvo mucho que ver en la aprobación y conformación de la Asamblea Constituyente, no ha sabido mantenerse al margen en su nuevo rol como presidente y ha convertido este plebiscito en una evaluación de su tiempo en el poder. Un error que le podría costar caro en caso de que triunfe el desapruebo en septiembre.

La palabra clave en este escenario de incertidumbre es “reforma”. Tanto los grupos que apoyan el texto como los que lo rechazan han planteado la opción de reformar artículos para acercarse más a un acuerdo moderado que refleje el talante conservador y paulatino de la mayoría de los chilenos. Así, el texto seguramente entrará en una fase de retoques que podría durar años, ahora que deja las manos independientes que lo redactaron y entra a las empantanadas aguas de los partidos políticos. Sin embargo, la esperanza de contar con una Constitución más humana permanece en el ambiente.

El texto tiene claroscuros, mas acierta decididamente en reconocer a Chile no sólo como una democracia paritaria, dándole su lugar a la mujer, sino como un Estado plurinacional e intercultural. Más del 12% de la población pertenece a algún pueblo originario y el reconocer esto en la Constitución es el inicio de la restitución de una deuda histórica. Sin embargo, quedan aspectos a conciliar en cuanto a cuánta autonomía legal tendrán estas comunidades.

El gran cambio está en el abandono del régimen de mercado anterior y la instauración de un Estado que garantice la educación, vivienda, salud, pensiones y trabajo a todos los ciudadanos. Es un reto enorme para la economía chilena: seguir creciendo sin dejar a nadie atrás. La esperanza de los desesperanzados frente a la incertidumbre del futuro.