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Montserrat Salomón

Con las manos ensangrentadas

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Daniel Ortega es un tirano autoritario. Se ostenta como presidente de Nicaragua, pero realmente se ha mantenido en el poder por fraudes y corruptelas. Ahora, ha acabado con la oposición política y se ha hecho del control de las instituciones gubernamentales, dándole un golpe de muerte a la democracia nicaragüense. Ortega representa lo peor de la clase política latinoamericana que se alza con aspiraciones dictatoriales en un continente que ha sufrido demasiado a manos de este tipo de personajes infames.

Ortega y Murillo, su esposa y vicepresidenta, han actuado desvergonzadamente y con impunidad. No sólo asaltaron las instituciones democráticas, sino que llenaron las cárceles de opositores y manifestantes. La represión dejó cientos de muertos y trajo consigo detenciones arbitrarias y juicios cuestionables en los que se acusaba a los disidentes de terrorismo, traición a la patria y demás cargos inverosímiles. Las organizaciones internacionales a favor de los derechos humanos han reportado torturas y otros crímenes de lesa humanidad, tanto en la represión de las protestas como en las detenciones y encarcelamientos. Sin embargo, esto no detuvo al presidente en su afán de “limpiar” Nicaragua.

Las sanciones internacionales a miembros de la cúpula del poder, entre ellos la esposa de Ortega, y las constantes críticas al maltrato que sufrían los presos políticos en las cárceles del régimen, provocaron que 222 presos fueran despojados de la nacionalidad nicaragüense y exiliados a los Estados Unidos. Esta liberación es agridulce para aquellos que fueron despojados de todo, separados de sus familias, torturados y ahora arrojados al exilio sin apoyos y a su suerte. Son libres, pero están siendo tratados como moneda de cambio para aligerar la presión internacional sobre el régimen al que combatieron. Gobiernos como el estadounidense o el español les han abierto las puertas como refugiados, pero su sufrimiento continúa.

Ortega sólo busca reducir la presión internacional con este gesto. Si miramos un poco más allá, veremos a aquellos prisioneros que no aceptaron el exilio y que fueron condenados a décadas de prisión como represalia. Como ejemplo está el caso del obispo católico Rolando Álvarez, arrestado por protestar contra el régimen y que se negó a aceptar la libertad en el exilio. Álvarez fue objeto de una simulación de juicio y condenado a 26 años de cárcel. Ortega no tiene intención de cambiar sus formas, sólo busca comprarse tiempo.

Ortega ha logrado decapitar a la oposición y hacerse con el control de la sociedad. Sin embargo, el descontento está latente en la sociedad y generará nuevos liderazgos. Mientras tanto, los nicaragüenses seguirán sufriendo y huyendo de un país que está cubierto con sangre.