a

Montserrat Salomón

Seguridad: el precio a pagar

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Nuestro continente vive tiempos de elecciones y un tema domina el escenario político: la violencia del crimen organizado. No hay territorio que no haya sido violado por el dolor y el sinsentido, desde Chile hasta Estados Unidos, el flagelo de estas organizaciones inflige dolor y llena de sinsentido la vida de un sinnúmero de familias que están entre la espada y la pared. Los jóvenes, principalmente los de bajos recursos, ven su futuro hipotecado y viven el hoy sabiendo que podrían no tener un mañana. La desesperanza ronda las calles.

El ambiente político está cargado de acusaciones de corrupción e ineptitud. Los gobiernos están rebasados y los discursos, generalmente de derecha radical, hablan de mano dura y de escenarios que emulan lo que sucede en El Salvador con el presidente Bukele: una guerra abierta dentro de un Estado de excepción.

Así, países como Ecuador, después del asesinato de un candidato a la presidencia, ya se encuentra con el ejército en las calles y con la opinión pública pidiendo medidas extremas. Es una vergüenza que el cierre de las campañas fuera un espectáculo de candidatos con chaleco antibalas y cascos militares. Es la confesión de un Estado fallido que asume que no es capaz de mantener seguros ni a los más señalados de sus ciudadanos.

Se levanta la pregunta en torno a si la política de Bukele es la única salida ante este laberinto de sangre y dolor. El Salvador ha bajado su tasa de homicidios de 103 a 2 por cada 100 mil habitantes, según datos oficiales. La aprobación del presidente ronda 90% y los habitantes parecen felices de poder recuperar el espacio público que antes dominaban las pandillas. Sin embargo, esta “paz” vino con un alto precio.

Son múltiples los señalamientos al régimen de Bukele en torno a violaciones de los derechos humanos. Del mismo modo, las libertades individuales se han visto seriamente restringidas en la sociedad. ¿Será que ése es el precio a pagar con tal de tener seguridad en nuestras calles? Pero seguridad no es lo mismo que justicia. Los regímenes autoritarios, lo sabemos por nuestra historia, pueden pervertirse y convertirse en dictaduras sanguinarias que sólo cambian el nombre de quien ejerce el terror en la sociedad. Es un arma de dos filos que, si no se limita, puede terminar siendo contraproducente.

Así, el precio a pagar por la seguridad es la libertad y las garantías individuales. Ante el asedio del crimen, vemos a nuestros pueblos dispuestos a hacer esta transacción. El auge de candidatos críticos del sistema que abogan por esta mano dura ajena a las leyes y a rendir cuentas es un síntoma de la pérdida de la esperanza. Se puede buscar esta mano dura, pero no podemos renunciar a los equilibrios del poder que salvaguardan la justicia.