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Hola Claudia

CARTAS POLÍTICAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Claudia Sheinbaum es la primera Presidenta en la historia de México. Llega al poder con una alta aprobación, con un respaldo imponente en las urnas y con el control del Congreso. Llega con un gabinete nutrido por “claudistas” que la acompañaron durante su gestión como Jefa de Gobierno y con “obradoristas” que fueron secretarios en la gestión de AMLO o gente cercana al ahora expresidente.

Esta combinación es provocadora por la advertencia de la influencia potencial que pueda tener López Obrador en el Gobierno de la actual Presidenta que algunos la han asemejado a un maximato. No obstante, en donde algunos ven m aximato otros pueden ver la continuación de una escuela política e ideológica que ha rendido frutos. Quienes esperan que Sheinbaum se distancie de López Obrador seguirán esperando. No hay señales de que vaya a haber un distanciamiento político entre las ahora dos principales figuras de la 4T.

En los discursos que dio en la toma de posesión sobre todo se vio el despliegue retórico de la Cuarta Transformación. El humanismo mexicano, como lo conocen en la Cuarta Transformación, ha conseguido construir conceptos políticos muy amplios y potentes que son lengua viva y están presentes en millones de mexicanos. “Por el bien de todos, primero los pobres”, “Con el pueblo todo, sin el pueblo nada”, “No puede haber Gobierno rico, con pueblo pobre”, son frases que se han ganado un lugar en el discurso público tanto como “La Patria es primero”, “... el derecho ajeno es la paz”, “sufragio efectivo, no reelección”.

Puede parecer nimio, pero ésa es la potencia narrativa que ha conseguido la 4T y que ha legitimado su práctica política. La recuperación de la poesía política del liberalismo mexicano del S. XIX y el resurgimiento de la retórica juarista y revolucionaria, son el recurso que ha encontrado el movimiento para seducir a millones de personas. En el fondo se trata de un movimiento que está construido a partir del nacionalismo, el catolicismo y una ética pública que se ha distanciado de los límites legales al Gobierno con la finalidad de conseguir sus objetivos, con todas las contradicciones que pueda tener.

En política es prácticamente imposible que Sheinbaum se distancie de las ideas de la 4T y del obradorismo, es un movimiento ganador al cual se han adscrito personalidades de todos los partidos políticos y de todas las clases sociales, exitoso electoralmente. Ha conseguido que incluso protagonistas del periodo de transición democrática se unan a un movimiento que niega que dicho periodo exista. El humanismo mexicano niega que el proceso que vivió México de 1982 a 2018 haya significado un cambio político importante para el país que permitió la alternancia política del PRI al PAN y luego a Morena. Ese periodo de cambio político que conocemos como la transición democrática, es encasillado por la 4T como la oscura y triste noche del neoliberalismo.

Si bien el discurso de Sheinbaum retomó las ideas del humanismo mexicano y anunció que su política estará anclada a los principios que lo sostienen, sí hubo un momento realmente emotivo en su discurso que añade a estos principios un toque de su autoría y su estatura: el feminismo. Si a López Obrador se le criticó en su momento su escepticismo con respecto al movimiento feminista, Sheinbaum dio una señal clara de que su Gobierno tendrá una fuerte presencia de la perspectiva de género y que buscará de una vez por todas las igualdad sustantiva de las mujeres: “No llego sola, llegamos todas”. Este primer guiño y añadidura al humanismo mexicano da pie a pensar que lo que sigue es que también imprima su sello personal a la Cuarta Transformación en su calidad de mujer, pero también en su calidad de científica, gobernante y mujer de Estado.

La potencia discursiva de su gobierno, será acompañada de una implementación de política pública ágil y sin muchos obstáculos, lo que le dará una ventaja que López Obrador no tiene. Esto, por supuesto, tiene muchas aristas. La primera, la más obvia, es la que se ha venido advirtiendo y es la posibilidad del Gobierno de tomar decisiones, implementarlas sin ningún freno, contrapeso o revisión dando lugar a arbitrariedades y atropellos. Una segunda, tiene que ver con la oportunidad del gobierno de Sheinbaum de no competir con el gobierno de López Obrador en sus capacidades y sus habilidades de comunicación, sino convertirse en un Gobierno que supere por mucho las capacidades de implementación de la administración anterior. De dotar de acciones y resultados, una retórica que todavía tiene pendientes que resolver.