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El oficio de político en nuestros legisladores

DE LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Cuando se habla de la Ciencia Política, mucho se estudia y discute a través de la visión institucionalista o de los procesos sociopolíticos; sin embargo, hay otro campo que estudia a los políticos, y ahí hay un autor que personalmente me agrada mucho, el profesor emérito de la Universidad de Salamanca, Dr. Manuel Alcántara Sáez, quien ha investigado la formación de las élites políticas, o lo que su libro denomina “el oficio de político”, siendo su unidad de investigación la figura de “el político”.

Viene a cuento, porque en los próximos días vamos a conocer la integración detallada del Congreso, en lo que será una nueva configuración de la República. Y veremos en acción a personajes que, a través de una remuneración económica y algunas dietas adicionales, trabajarán en la actividad política. Algunas preguntas que podremos realizar es ¿cómo ejercen el poder? ¿Cómo fueron reclutados para llegar a sus escaños? ¿Qué características virtuosas deben poseer?

Y es que la profesionalización en la política desde hace ya tiempo en la sociedad mexicana no es algo bien visto, por distintos motivos, como escándalos, malas prácticas y abusos de parte de algunos personajes que han practicado el oficio de político. En ocasiones también se cae en el error de pensar que los políticos profesionales tienen poca valía, y que no tener carrera, es mejor, al grado de producir seres impolutos, nada más falso. Para Alcántara Sáez, la profesionalización política, es necesaria y tiende a ser positiva. 

Algunos rasgos y preguntas que podemos hacernos son sobre las relaciones de nuestros políticos, sobre su mundo íntimo y preocupaciones, es decir, los políticos no sólo se mueven por el proceso social, sino también por sus aspectos psicológicos y biológicos, y también por su propia ambición. 

Alcántara pone como ejemplo que, uno de los elementos de mayor ambición de muchos políticos, es transformar su propia carrera en una saga familiar, lo que, a su vez, puede derivar en un sistema de nepotismo y patrimonialización. En América Latina, de hecho, esto es muy común y constituye una parte importante del capital político de muchos actores. Debemos observar también cómo buscarán la legitimidad, para ganarse la voluntad popular o a través de la eficacia. 

De acuerdo al Proyecto Élites Latinoamericanas (Pela), los legisladores actuales iniciaron su carrera política entre 1995 y 1996, un tercio de ellos ha militado en distintos partidos políticos a lo largo de su trayectoria, de hecho, este porcentaje es un poco superior que la década pasada; 66 de cada 100 consideran que la política es algo corrupta, 28 muy corrupta. Sobre la democracia en los partidos y sus formas de elegir, el 50 por ciento considera que más o menos se elige democráticamente, mientras que el otro 50 por ciento que, definitivamente, no es democrática. 

Lo anterior nos habla del verticalismo de nuestros partidos políticos y quizá también es parte del proceso de centralización partidista en el que derivó la reforma política del Pacto por México en 2014. Pero también habla de que los políticos profesionales de nuestro país, entienden este verticalismo, de hecho, el 50 por ciento considera que cuando un legislador no vota disciplinadamente con su partido, debe haber reprimenda, incluso hasta llegar a relegar a algún compañero legislador.

Por último, un tercio de nuestros diputados le dedica menos de 30 por ciento de su tiempo a la atención ciudadana. Mientras que el 25 por ciento le dedica más del 75 por ciento de su tiempo a la atención ciudadana. 

Entraremos muy pronto a una nueva legislatura, y estos datos sirven para preguntarnos, a quién responden nuestros diputados y senadores en la carrera política mexicana, qué los motiva, y cómo se mueven en su oficio político.