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Rafael Solano

¿Partidos especializados en derrotas?

DE LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

Rafael Solano 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

En el año 1997, México se descubrió como un país con una democracia electoral joven, tanto que no se la creía; su ciudad más grande, la capital, traspasaba el poder a la oposición, los vientos de cambio se sentían en el ambiente. En la Cámara de los Diputados, el poder se equilibraba. Surgía entonces una nueva clase política, con la esperanza democratizadora, tras casi 70 años de la hegemonía de un solo partido.

En el 2000, el sueño de alternancia presidencial se materializó; con emoción, aunque con cierta impericia, muchos ciudadanos no distinguían entre democracia y alternancia. Esto trajo consigo que cuando llegó la alternancia, producto de la competencia electoral, la gente no percibiera cambios inmediatos, mientras que los partidos se fueron asentando y obteniendo canonjías. Digamos, ese sol radiante del nuevo amanecer que de repente saldría por la pradera, iluminando al nuevo país de las oportunidades para todos, no salió como muchos esperaban.

Estas imperfecciones naturales de la democracia y la alternancia mexicana, han derivado a su vez, en la famosa cartelización de los partidos, que se traduce en la crisis de representación y la falta de planteamientos para dar respuestas inmediatas a las necesidades y demandas sociales. La crisis partidista se ha venido agravando con la entrada de los años 20´s del nuevo siglo, y es que hoy, por ejemplo, tenemos al partido más grande de la oposición, cuyo dirigente, ni siquiera aspira a ganar ¿entonces a qué aspira? parece chiste, pero de ese tamaño es la gravedad, que se entrelaza entre la cartelización partidista y la competencia electoral.

¿Por qué debemos cuestionar esto? a partir del inicio del milenio, en México, las elecciones se convirtieron en eventos impredecibles, ahí está la victoria de Moreno Valle, la del Bronco, el famoso súper domingo panista del 2016, la irrupción de Juan Zepeda o la victoria de Samuel García.

Hay que decirlo, quienes ganan, regularmente tienen hambre por ganar, trabajan sus proyectos con pasión; es difícil que un candidato gane haciendo cálculos, o sin la creencia de lograrlo. Los candidatos se enfrentan a dinámicas que poca gente puede soportar, tienen que sacar lo mejor de su liderazgo para motivar a sus equipos, y desde luego a sus electores, en batallas que llegan a tener cierto grado épico.

Dicho esto, en esta democracia mejorable, deberíamos estar exigiendo legislaciones para la democratización al interior de los partidos, continuar abonando al proceso de calidad de la democracia y evitar que las dirigencias, estén pensando en cómo administrar la derrota calculada y sacar la raja de los presupuestos electorales y las posiciones plurinominales, convertidos en auténticos cárteles, como se pudo percibir en los audios del dirigente en cuestión, mostrándonos un mal que aqueja a nuestra democracia desde hace algunos años: partidos que se han convertido en verdaderos administradores y especialistas de la derrota.