a

Valeria López Vela

Boaventura de Sousa Santos: extractivismo sexual e intelectual

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El famoso sociólogo portugués favorito de los pensadores de izquierda latinoamericana, importante representante de la sociología del derecho, Boaventura de Sousa Santos, ha sido señalado por varias colegas y exestudiantes por casos de violencia sexual y extractivismo intelectual.

Boa, como se le conoce en los círculos académicos, era un influyente y poderoso; llenaba auditorios, recibía doctorados honoris causa. Gozó, como pocos, de reconocimiento, fama y fortuna. Y, de pronto, todo cambió cuando salieron a la luz acusaciones sólidas que comprometían la ética del sociólogo.

Guardada toda proporción, la noticia de los escándalos sexuales de Boa fue tan estruendosa como el video del Dalai Lama besando a un niño.

La forma en que se conoció la noticia fue brutal.

Lieselotte Viaene, Catarina Laranjeiro y Miye Nadya Tom, investigadoras que trabajaron en el Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra —del que De Sousa era director emérito—, escribieron el capítulo “Las paredes hablaron cuando nadie más lo haría” en el libro Sexual Misconduct in Academia —Mala Conducta Sexual en la Academia—. Ahí, utilizaron las herramientas conceptuales del perpetrador para narrar su experiencia y nombrarla con términos como incesto académico, extractivismo sexual y extractivismo intelectual.

La vergüenza no tardó en aparecer. Varias universidades se deslindaron de las relaciones profesionales que aún mantenían con Boa, dando carpetazo al asunto, sin encontrar las causas, escuchar las versiones o tener algunos referentes para prevenir casos futuros.

Y esto, en mi opinión, abre la difícil tarea que enfrentan las instituciones que deben creer en las declaraciones de las víctimas y, al mismo tiempo, respetar los procedimientos que se hayan diseñado para atender estos casos.

Sin dudar, en ningún sentido, de la palabra de las investigadoras, me parece que las instituciones deben pensar cuáles fueron los mecanismos de poder, las autoridades omisas, los vacíos en los códigos que permitieron que, un personaje tan visible, pudiera tener tantas acciones tan reprobables y que sea hasta ahora que es de conocimiento público.

Sin ánimo de disculpar al profesor, la realidad es que podría haber rectificado su conducta, pedido disculpas, ofrecido una explicación previa… pero decidió no hacer nada. A pesar del giro de los tiempos, del MeToo, de las constantes exigencias feministas.

Boa cometió errores pero, la pasmosa indiferencia de los últimos años, hace difícil comprender si ha habido un giro en sus convicciones y ha sabido asumir sus responsabilidades.

Así, vale la pena que tanto las instituciones como todas las personas repensemos nuestras convicciones y conductas porque, como han dicho reiteradamente las feministas, esto seguirá hasta que la dignidad se haga costumbre.