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Huir de la realidad*

LA VIDA DE LAS EMOCIONES 

Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Aunque la psicoterapia trabaja con la historia individual del paciente, no es ajena a la importancia de hacer hipótesis diagnósticas sobre qué le pasa al paciente. La diferencia con la psiquiatría es que el trabajo en terapia está orientado a lo irrepetible de la persona, a su forma única de contar su historia. Con frecuencia, muchos de quienes se describen como introvertidos, padecen un trastorno esquizoide de la personalidad.

De acuerdo a Melanie Klein, el desarrollo esquizoide empieza con situaciones de ansiedad en la primera infancia. La ansiedad definida como un estado de miedo persistente e intenso derivado de una situación de peligro prolongada (vale la pena ver la serie española La mesías (https://www.justwatch.com/mx/serie/la-mesias) para tener un ejemplo elocuente de los peligros prolongados que traumatizan a unos niños en la convivencia con su madre). En la ansiedad patológica el peligro ha sido internalizado. La situación peligrosa es interna. El miedo último es el derrumbe del yo. El esquizoide se retira de la realidad externa. Siente una pulsión poderosa al aislamiento y a la pasividad. El niño sólo puede huir mentalmente de las cosas que lo angustian. Huye a un lugar fantaseado, escindido de su realidad cotidiana. La inestabilidad, el peligro, el caos son el origen de la escisión del yo. Esto quiere decir que al llegar a la adultez, ese niño angustiado ha aprendido a vivir en dos mundos al mismo tiempo, el interno y el externo, y siempre tiene un pie adentro y otro pie afuera de todas sus relaciones.

La fantasía sana suele ser una preparación para actuar en el mundo externo. La fantasía patológica es estar más en contacto con los objetos fantaseados y aislado de los reales.

Es común en el esquizoide la fantasía de volver al útero de la madre como el único lugar seguro, cuando la ansiedad invade su mundo interior. Es alguien que vive dentro de sí mismo y que prefiere soñar despierto a la realidad. Es emocionalmente avaro. No se entrega o lo hace sólo durante ratos breves. Formar lazos amorosos profundos le cuesta mucho trabajo. La falla en su ambiente ha debilitado su libido, que es voluntad de vida y la pulsión más profunda en un ser humano. A veces el esquizoide sólo puede sentir esa energía de vida en el plano sexual, pero la sexualidad es solamente un aspecto de las ganas de vivir. Prefiere huir para no pelear porque la culpa lo deprimiría. Huye a la regresión esquizoide. La necesidad de olvidarse de todo lo hacen proclive al consumo de alcohol y otras drogas. El sentimiento de que la vida está vacía es frecuente. Se retira del aquí y ahora porque a veces le resulta insoportable. Es normal querer olvidarse de todo, intentar curarse del cansancio con unas vacaciones o durmiendo mucho. Lo que no es normal es necesitar huir siempre de la realidad, de la cercanía, de los vínculos.

Paradójicamente, el esquizoide no puede relajarse, descansar, dormir, como una forma sana de la regresión, porque la angustia es muy intensa. El niño ha crecido incapaz de ponerse en contacto con el mundo externo de una forma íntima y con todo su ser. Lo hace, pero siempre escindido y siempre listo para huir.

*Basado en el libro Schizoid Phenomena, Object relations and the Self, de Harry Guntrip, Karnac, 1968 

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