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La metamorfosis

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

“Una mañana, al despertar Gregorio Samsa de un sueño agitado, se encontró sobre su cama convertido en un horrible insecto. Estaba acostado sobre su espalda, y esta era dura como un caparazón. Al levantar un poco la cabeza pudo ver su vientre curvo, oscuro, dividido en partes rígidas y arqueadas”.

Éste es uno de los grandes comienzos de la literatura gracias a la pluma de Kafka y su libro La metamorfosis. Amanecí pensando que la menopausia es también una especie de metamorfosis que parece ocurrir de la noche a la mañana: un día, la mujer que existía, despierta convertida en otra mujer, con otro cuerpo, otros sentimientos, pensamientos que no habían aparecido antes, como la pérdida de la juventud y el paso irremediable del tiempo. Este proceso biológico marca una serie de cambios físicos, cognitivos, emocionales, que apenas hace unos veinte años se han comenzado a estudiar con más seriedad, por la simple razón de que a nadie le habían interesado lo suficiente. Las mujeres libraban este periodo como podían, siempre tratando de no hacer demasiado ruido al respecto. Hoy es distinto y muchas mujeres que tienen voz e influencia social, hablan de todo lo que nos pasa, que podría describirse como tragicómico.

Este proceso puede durar más de 10 años, pero de alguna manera dura toda la vida a partir de que aparece. La metamorfosis empieza un día y se acaba con la muerte. Aparentemente después de unos años, el cuerpo se acostumbra a la falta de hormonas, que puede resolverse con terapias de reemplazo hormonal, pero también con antidepresivos. Las mujeres en menopausia tienden a deprimirse, a padecer insomnio por la falta de progesterona y a perder el deseo sexual que de alguna manera las definió como mujeres, como seres deseantes, desencandenando problemas de pareja si se tiene una o un desinterés casi total por la vida erótica.

La pregunta es de dónde se saca la pulsión de vida frente a estos cambios hormonales. De qué manera se hace un ajuste para vivir como esta nueva persona, que no es familiar y en ese sentido, nos remite al Unheimlich freudiano: lo no familiar que somos para nosotras mismas.

Ahora hay que comer la mitad de lo que comíamos, hacer más ejercicio, cuidar más la alimentación para alejar la posibilidad de desarrollar algunas enfermedades cardiovasculares o incluso cáncer.

Las mujeres que no duermen no pueden funcionar adecuadamente, pero las mujeres que usan pastillas para dormir duplican el riesgo de padecer Alzheimer.

Aceptar a la nueva yo que ya no quiere las mismas cosas que quería o que quiere algunas que ya no puede hacer porque el cuerpo comienza a estorbar para ciertas actividades.

La pregunta sobre cómo queremos envejecer se hace presente en esta etapa de la vida. Cómo mantenerse vital, cómo ser más disciplinada y con más fuerza de voluntad que nunca cuando el cansancio también es más grande que nunca. Los riesgos de padecer Alzheimer, de infartarse, el cuerpo de panqué, de la noche a la mañana. La metamorfosis que obliga a pensar qué sigue, hacia dónde y acompañada de quién.

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