Ilustración Rafael Miranda Bello La Razón
En la plaza romana de Campo de Fiori, atado al poste, el hombre desnudo tenía aferrada su lengua a un madero, para que no pudiera hablar. Había sido sentenciado a la hoguera, pero dijo antes, con furia, mientras era conducido al patíbulo: “gracias al fuego voy a ascender al paraíso”.
A sus jueces les dijo también: “Quizás ustedes pronuncian esta sentencia contra mí con mayor temor que aquel con el que yo la recibo”. Su proceso duró ocho años, al final se le dio un tiempo para el arrepentimiento, aunque el reo no dio muestras de ello. Se le entregó entonces al poder secular para su muerte.
Llegan Alonso Alarcón, Marcelo Lombardero...
En Venecia, el gran señor, Giovanni Mocenigo, abrió la ventana, una paloma mensajera estaba en el balcón. “El viaje fue muy largo”, murmuró el hombre y leyó el mensaje. Cerró los ojos: “Pudiste tener otro destino”, pensó al enterarse de la muerte de su antiguo protegido.
Giordano Bruno (1548-1600) es reconocido como un mártir de la ciencia, pues por defender las ideas de Copérnico fue juzgado por la Santa Inquisición. Es así un símbolo de los libres pensadores.
Y esta característica de su persona, ha hecho olvidar un elemento vital de su vida y pensamiento: siendo un religioso católico, luego converso calvinista y de nuevo católico al final de su existencia, el antiguo monje dominico fue también un mago.
Cuando viajó a Inglaterra, lo hizo en busca del mago de la corte de la reina Isabel, John Dee, quien firmaba su correspondencia como 007, pues los dos ojos eran para espiar a favor de la reina sagrada, y el 7 era un número cabalístico de la máxima importancia: el símbolo de la creación.
También mantuvo tratos con Rodolfo II, el rey checo, quien en Praga vivía rodeado de libros de ocultismo y tenía su corte llena de magos, cabalistas, alquimistas y astrólogos.
Durante la invasión napoleónica de Italia se perdieron los archivos inquisitoriales de su juicio y por eso el tema mágico se ha relegado en la historia de Giordano Bruno, pues si los inquisidores veían como una amenaza al dogma la reivindicación científica del heliocentrismo —igual como sucedió con Galileo Galilei, aunque la concepción bruniana según John Kessler se relacionaba con la mística: “buscaba un Dios cuya majestad dignificara la majestad de las estrellas”—, seguramente también los escritos y actividades mágicas del gran rebelde debieron causar su interés.
Filósofo, poeta, teólogo, polemista, fue también autor de obras fundamentales de magia, especialmente dos: De la magia y De los vínculos en general. Inscrito en las tradiciones neoplatónicas y neo pitagóricas, era un pensador hermético de primer orden. Desechaba la magia negra conectada con la brujería —la cual veía como magia de los desesperados y los malignos—, pero reivindicaba la magia como un conocimiento trascendente:
“Mago ha significado en primer lugar sabio: lo eran los trimegistos en Egipto, los druidas en la Galia, los gimnosofistas en India, los cabalistas entre los hebreos. Los magos en Persia (desde Zoroastro), los sofistas entre los griegos, los sabios entre los romanos”.
En particular, su libro De los vínculos en general es un tratado de primer orden, mientras la mayoría sigue recurriendo a El Príncipe de Maquiavelo para desentrañar las fórmulas del poder —como si todavía viviéramos los tiempos de los condotieros, los capitanes de la violencia y la aventura—, Giordano Bruno expone de manera sistemática el uso simbólico de Eros para la manipulación mágica de las masas; entiende él —cientos de años antes que Freud— la potencia de la fantasía, los sueños y el inconsciente.
Cuando vemos a nivel global las manipulaciones de las corporaciones, de la televisión, de la publicidad, de la mercadotecnia política, nos damos cuenta que no vivimos bajo el amparo de Maquiavelo, sino de este extraño monje, quien sintetizaba la filosofía y el hermetismo, la ciencia y la poesía, la religión y la magia.
Pero nadie sin un ánimo de secreto y revelación puede acercarse con utilidad a sus escritos mágicos. El mejor estudioso de este tema fue el discípulo de Mircea Eliade, Ioan P. Culianu (1950-1991), con su libro monumental Eros y Magia en el Renacimiento. Su lectura es imprescindible para comprender nuestro tiempo, donde la magia puede ser instrumentada usando recursos tecnológicos.
Giovanni Mocenigo, descendiente de dogos de Venecia, cuya estirpe se mantuvo por trescientos años, le pidió a Giordano Bruno regresara de su exilio europeo para ponerse bajo su protección. Pero luego lo traicionó y le entregó a la Santa Inquisición. Su enojo surgió por la negativa del mago a enseñarle cómo manipular a las personas suprimiendo su libre voluntad. Luego el noble veneciano, acusado de brujería, fue detenido también. Pero él fue absuelto.
Dos verdades: el mundo no es justo y las cosas no son lo que aparentan.