Hacer del sonido por sí mismo el vehículo principal para materializar el miedo, ha dado como resultado pasajes tan electrizantes y terroríficos como “La Música de Eric Zann”, genial y poco referido relato del legendario H.P. Lovecraft; o la retorcida producción británica “Berberian Sound Studio”, dirigida por Peter Strikland en 2012.
Es en esos parajes que se sumerge “El prófugo”, producción argentina dirigida por Natalia Meta —“Muerte en Buenos Aires” (2014)—, luciendo una sobriedad agobiante, producto del transitar de la cámara casi impasible, sólo sacudida apenas por cortes que se manifiestan cual si fueran bocanadas ante la inminente pesadilla; la cual hacia la parte final habrá de explotar coqueteando con lo esperpéntico.
Pese a lo que pudiera esperarse, aquí la estridencia no tiene lugar, es el aire enrarecido que van adquiriendo las atmósferas conforme se enfatizan elementos que definen el entorno en el que se desenvuelve la protagonista interpretada por Érica Rivas —“Los Sonámbulos” (2019)—, cantante y actriz de doblaje, quien tras un trágico y misterioso incidente comienza a confundir la realidad con los sueños, deambulando por anfiteatros que alojan los ensayos de un coro, mientras se realiza la reparación de un órgano dando pie a recorrer sus entrañas, o en los estudios de grabación donde se permiten algunos pequeños guiños al cine de terror asiático, que se caracteriza por encontrar lo siniestro en los pequeños detalles de lo cotidiano, tal y como sucede en este caso.
Es de tal forma que “El prófugo” plantea y alimenta su propio y escalofriante universo, donde el vínculo entre las inquietantes presencias y nuestro mundo proviene de los sonidos.
Por supuesto, en los roles nos encontramos al acompañante que servirá de apoyo para el personaje central, así como a esa otra persona que posee la verdad sobre la naturaleza de los hechos y le servirá como consejera, arrojando de paso un par de guiños a la mitología fílmica latinoamericana.
No niega los rasgos básicos de la fórmula, pero es ahí donde encuentra sus puntos endebles al carecer de trascendencia el destino del primero, y de desarrollo el segundo, quien pierde la seriedad a la hora de cumplir con su cometido de guiar.
Pese a ello estamos ante un thriller sobrenatural de muy disfrutable manufactura casi artesanal, desprovista de innecesarios efectismos, que intriga y consume de a poco, fortaleciéndose mustia hasta alcanzar el rango de lo enfermizo y terminar por no tomarse tan en serio y convertirse en una agradable sorpresa.
rc