Por Daniel Lacalle*
El índice nominal del dólar ajustado por comercio cerraba a máximos históricos. En Latinoamérica, las peores monedas contra el dólar en 2022 han sido el peso argentino, el peso colombiano y el chileno. Solo el real brasileño y el peso mexicano se mantienen estables contra el dólar.
¿Qué es lo que ha ocurrido? No es que la Reserva Federal esté llevando a cabo una política muy restrictiva. De hecho, las subidas de tipos que se están haciendo son perfectamente coherentes con el escenario de inflación. Se creó una enorme tendencia en “trading” que se denomina “carry trade”, es decir, disparar apuestas apalancadas en contra del dólar, que está explotando ahora con una subida de tipos modesta. Gran parte del mundo se lanzó, especialmente desde 2020, a un enorme exceso monetario y fiscal mucho más agresivo que el de Estados Unidos.
No es una casualidad que el real brasileño y el peso mexicano se mantengan estables mientras el peso argentino o el colombiano se desploman. Brasil y México han mantenido una política monetaria prudente en un entorno macroeconómico favorable para las materias primas que exportan, mientras Argentina continuó destruyendo el peso con una política monetaria muy agresiva y Colombia o Chile se adentraban en cambios políticos radicales que prometían medidas similares a las de Argentina.
Durante años h ubo una apuesta apalancada masiva contra el dólar estadounidense centrada en la creencia equivocada de que la impresión constante de moneda y la reducción de las tasas nunca generarían inflación. El mundo se acostumbró a apostar por una cosa -crecimiento masivo de la oferta monetaria- y la contraria -inflación débil-. El dinero barato se volvió caro, como explico en mi libro Escape from The Central Bank Trap.
El dólar estadounidense no es fuerte. La pérdida de poder adquisitivo de la moneda, la inflación en EEUU es la mayor de las últimas tres décadas. El dólar estadounidense solo es "fuerte" en términos relativos frente a otras monedas después de años de exceso monetario.
Incluso China ha tenido que intervenir intentando parar la depreciación del yuan contra el dólar y el Banco de Japón ha dedicado más de $200.000 millones para parar la sangría del yen, según el Financial Times. El Banco de Inglaterra también intervino para controlar una depreciación masiva frente al dólar estadounidense.
Lo que estamos viviendo es el efecto aspirador del dólar estadounidense.
En períodos de complacencia, los bancos centrales del mundo juegan políticas mal llamadas “expansivas” sin tener la moneda de reserva mundial ni la seguridad jurídica y el equilibrio financiero de los Estados Unidos. Ante el dinero barato, los estados entran en déficit fiscal y comercial, déficits gemelos, como si no hubiera riesgo. Muchos aumentan masivamente la oferta monetaria sin prestar atención a la demanda de su moneda y, además, los gobiernos emiten más deuda denominada en dólares estadounidenses pensando que las bajas tasas y una esperada depreciación del dólar hagan asequible la financiación de enormes déficits. La complacencia se acumula y con ello el riesgo.
Todo esto, a su vez, hace que aumente la demanda mundial de dólares estadounidenses, no porque la Reserva Federal lleve a cabo una política restrictiva, sino porque la comparación con otras refleja que las alternativas son mucho peores.
El efecto negativo de años de exceso monetario es muy importante: alta inflación, acumulación de desequilibrios y riesgo de estanflación.
Muchos economistas argumentan que sus modelos no funcionaron. Sus modelos decían que la inflación no aparecería después de imprimir billones de todas las monedas al mismo tiempo y ninguno de ellos se preguntó si el problema no sería que esos modelos eran fallidos. ¿Por qué no cuestionaron a sus “modelos”? Porque los modelos dijeron lo que querían leer. La inflación apareció, no es transitoria, y ahora los excesos estallan.
El dólar estadounidense ha creado las condiciones para ser la moneda más demandada simplemente porque otros bancos centrales han sido mucho más imprudentes. Bastaba un proceso inflacionario que los propios bancos centrales negaron o calificaron de transitorio para dar la alarma de un mercado con expectativas demasiado optimistas.
Las implicaciones de un proceso de degradación de las monedas globales como este son significativas: destrucción generalizada de riqueza, inflación persistente que empobrece a todos los ciudadanos, evaporación de las reservas de los bancos centrales de mercados emergentes, lo que dificulta su recuperación, caída en picado de las expectativas de beneficios... y todo esto tras un movimiento de la Reserva Federal que apenas ha reducido su balance y cuyas tasas siguen siendo bajas, incluso en territorio negativo si se ajustan a la inflación.
El problema es que muchos políticos no aprenderán porque se benefician de la inflación y la depreciación de la moneda. Es una forma de tributación y transferencia de riqueza de lo productivo al sector político. Muchos culparán a la Reserva Federal por actuar con demasiada agresividad, no por hacerlo demasiado tarde y después de un exceso sin precedentes. La mayoría exigirá más exceso monetario. Y el resultado será el mismo. Los ciudadanos están sufriendo la pérdida del poder adquisitivo de su moneda. Las familias de gran parte del mundo ven cómo se desvanecen sus salarios reales y sus monedas pierden valor.
La verdadera política social es defender el poder adquisitivo de la moneda y no destruirlo. Imprimir dinero masivamente es antisocial y siempre genera más problemas que beneficios. El dinero barato sale caro. Siempre.
* Daniel Lacalle es doctor en economía, profesor de economía y finanzas en el IE Business School y autor de La Gran Trampa (Escape From The Central Bank Trampa)