Salud y cultura: la utopía

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Históricamente, los intereses más escuchados han sido los de minorías que logran hacerse con la hegemonía social a través del poder político, y hacen pasar como interés general sus intereses materiales. Por ello, el Estado tiene la predisposición de ser selectivo en sus políticas que atienden más a unos intereses que otros.

En este contexto de transformaciones, cuando hablamos de las relaciones internacionales, hablamos de la interdependencia entre Estados, o sea, entre intereses de minorías: la gestión de recursos naturales, el manejo del agua, el oxígeno, el clima, el combate al crimen internacional, la expansión de brotes violentos, tráfico de estupefacientes y armas, condiciones de los flujos migratorios, seguridad humana, etcétera, etcétera.

El siglo pasado contribuyó a estos problemas por su enfoque materialista originado por la mezcla inesperada del capitalismo y el comunismo: un sistema económico controlado por minorías que explotan territorios y recursos. Se optó por un sistema, gobernado por el impulso de la acción, el conflicto, el trabajo, la productividad, el dinero, donde el poder es activo.

Hoy, la lucha por los territorios y los recursos se ha acabado. La que continua se ganará en otra esfera. Los Estados mejor capacitados para atender esta herencia distópica de conflictos global fueron los que escogieron el camino de la innovación tecnológica, la libertad artística, la creatividad científica, el desarrollo de la educación, la expansión de la investigación superior y la salud para todos sus habitantes. Es decir, Estados con un modelo integral —centrado en los valores de la persona, la familia y la comunidad— alcanzaron altos niveles de desarrollo económico y social.

En esta esfera radica la lógica que dicta: no fue la disuasión militar ni el interés económico los que salvaron a París y Roma de la devastación, ni que sacaron de la miseria a Finlandia, Corea del Sur o Botsuana, fue el aprecio de sus propios valores y su cultura, representadas en sus tradiciones y sus artes, lo que realmente las rescataron; Verdi y los valores culturales de tribus en Botsuana contribuyeron más a su desarrollo que políticas de Mussolini o de imperios.

México tiene dos ventajas en esta esfera durante la transformación global que se viene.

A principios de mes, México reunió a la mayoría de los ministros y representantes de Salud de todo el continente. Desde ese marco, México promovió una visión utópica: #saludparatodas. La diplomacia sanitaria de México imagina conquistar un sistema que redujo el espíritu humano a eslabón de una cadena productiva con la implementación de estrategias respaldadas por 40 años de investigación, para establecer un sistema donde todas las personas tienen acceso gratuito a la atención de su salud, partiendo desde sus comunidades. Si cada pueblo de América ofrece acceso gratuito a servicios de salud de calidad, ¿qué pasaría con la migración? Hay arte en la salud.

México es una cultura donde se congregan todas las eras imaginarias del mundo, desde las tradiciones más rupestres hasta la visión más lúcida del porvenir. Tratar de anunciar al exterior una obra colectiva, como es la cultura mexicana, necesita una diplomacia altamente inclusiva y participativa, atenta a las producciones culturales, artísticas, intelectuales y científicas de la comunidad nacional.

La diplomacia cultural, recién institucionalizada en este sexenio, permite comunicar nuestra cultura mexicana y fomentar el entendimiento mutuo entre las naciones, a través del intercambio de ideas, información, valores, sistemas, tradiciones y creencias. Y en la política internacional, se debe administrar una narrativa: presentar a México ante el mundo. ¿Qué historia contar?

La salud y la cultura son más que instituciones pasivas, son más que sus creadores y fórmulas. Son tuyas y mías. Y hoy, México promueve esa utopía.

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