Abrir las escuelas

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado

Se ha cumplido un año sin clases presenciales. Entre todos los daños ocasionados por la pandemia de Covid, éste es uno de los más graves. No puede compararse, por supuesto, con los 200 mil muertos, pero no es menor que cualquier otro de los efectos colaterales, ya sean económicos o sociales.

Se podrá aducir que las clases continuaron en línea. Es verdad. También es cierto que el esfuerzo realizado por el personal docente y administrativo ha sido enorme. Pero el daño psicológico y pedagógico que han sufrido los alumnos es inmensurable. Quienes tenemos hijos en edad escolar podemos atestiguar sobre lo difícil que ha sido para los menores esta situación.

Hay un clamor generalizado para que se reabran las escuelas. Extraña que las autoridades hayan tomado una posición de todo o nada. Así como se han ido abriendo otros espacios públicos de manera gradual, con adecuaciones para evitar contagios, con horarios reducidos, con reglas claras, con supervisión oficial, algunas escuelas pudieron abrirse desde hace tiempo.

Es evidente que el orden en el que deben abrirse los centros educativos es inversamente proporcional a la edad de sus alumnos. Es decir, lo primero que deben abrir son las universidades. Los estudiantes de este nivel son adultos que deben asumir la responsabilidad de cuidarse a sí mismo y de cuidar a los demás siguiendo las reglas que ya conocemos para detener los contagios. En segundo lugar, casi de inmediato, deberían abrirse las instituciones de educación media superior, preparatorias y secundarias. Si es necesario, se pueden construir rápidamente aulas temporales en patios y plazas para que la carga en los salones existentes no sea tan grande. Y si hace falta contratar maestros, se pueden crear plazas temporales para alumnos de normales o de grados superiores, que cumplan con el rol de profesores auxiliares. El mayor reto, por supuesto, es el de primaria y educación preescolar. En estas edades la probabilidad de que los niños se contagien es muy alta. Por esa razón, las últimas escuelas en abrir deben ser las de este nivel. Sin embargo, eso no significa que debamos esperar a que la pandemia haya terminado por completo para abrir esos planteles. Para disminuir los riesgos para los alumnos, los profesores y los padres tendrán que hacer un esfuerzo muy grande de planeación, de organización y de readaptación de espacios y rutinas. Aunque comenzaran por abrir un día por semana, el cambio que ello significaría para los críos sería inmenso.

Nos han advertido que en cualquier momento puede llegar a México una tercera ola de la pandemia. Habrá que esperar a que pase la Semana Santa para poder evaluar la conveniencia de la reapertura de los planteles. Pero llegado ese momento ya no podremos posponer más las decisiones. Habrá que actuar con firmeza e inteligencia por el bien de los niños y los jóvenes.

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