Mucho distrae el subsecretario Hugo López-Gatell con su protagonismo y soberbia, su locuaz comunicación hace de la ciencia algo subjetivo e incierto.
Poco ayuda su jefe, el doctor Jorge Alcocer pregonando remedios caseros, simplificando el asunto de la pandemia, supongo, para infundir esperanza; para no provocar miedo; pero la evidencia global y 6 millones de muertos en el planeta empañan esa didáctica oficial.
Los números uno y dos del gobierno para la peor circunstancia sanitaria en el siglo más reciente, provocan desinformación, suman para la polarización ideológica y partidista que padecemos invada esta esfera que debería mantenerse inoculada de filias y fobias propias y sanas en la arena electoral.
La errática verborrea de López-Gatell hace que muchos crean que México es la única nación que improvisa, que aprende sobre la marcha, que no sabe —que no sabe— cómo enfrentar una pandemia resiliente y cruel.
La falta de honestidad valiente para comunicar, para reconocer que los muertos son más, que los contagios no registrados porque no hacemos pruebas aceptando que no hay pruebas por falta de dinero o por razones de técnica epidemiológica; entonces el escepticismo sería menor y la confianza mayor.
México ha hecho una razonable, una buena campaña de vacunación si consideramos que aquí no se fabrican vacunas, ni sus desarrollos y patentes pasaron por la ciencia no-neoliberal (tampoco cumplidora) del Conacyt; que del arreglo con AstraZeneca para el ensamblaje del activo argentino, poco o nada sabemos, muchos imprevistos que simple y sencillamente se callan.
Con todo y las imprecisiones sobre los registros, los certificados impresos e improvisados, el pueblo ha puesto el hombro y las brigadas vacunan a millones, esto cada vez sale mejor, cada vez menos funcionarios “quedabien” piden agradecer a AMLO o a su góber o al presidente municipal o a todos la dádiva biológica.
Se vacuna como se puede. Y se ha podido bastante. No, no somos ejemplo mundial, pero si aceptamos nuestra realidad y carencias; nada mal. Las ganas de adornar con retórica lo bueno para que el pueblo lo crea excelso, es resabio incrustado en el ADN de nuestros políticos atribuible, por desgracia, a su buena renta en las urnas.
México enfrenta la cuarta ola tras duras lecciones, España, Francia, Gran Bretaña y Europa en general navegan la sexta ola, seis veces los ha revolcado a pesar de haber vacunado más y antes; a pesar de ser dueños de la ciencia que hizo posible algunas vacunas. Confinamientos forzados y restricciones apuntaladas con sanciones administrativas como incentivo.
En Asia, Filipinas triplicó el número de contagios en sólo dos días, allá hacen millones de pruebas y hablan ya de 13 millones de contagiados. A los no vacunados el gobierno de Manila amenaza con arresto si cruzan la puerta de su casa.
En Estados Unidos empresas privadas, gobiernos locales, el comercio y los servicios se encargan de hacer imposible la vida a los no vacunados, allá el pueblo no pone, como nosotros, el hombro.
Ignoran muertes y atienden a la superchería nativa de la Guerra Fría y a las crónicas radiales de Orson Welles, creen en los implantes intramusculares y dejan plantadas millones de dosis en farmacias y centros comunitarios, vacunas huérfanas de cuerpos. Su problema es otro y el presidente Biden clama para que la sensatez los invada.
Aquí los contagios crecen de manera exponencial, la Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó que en una semana los casos a nivel global crecieron 71 por ciento y es América donde más ocurrencia se reporta.
La Secretaría de Salud pasó de informar 5 mil contagios hace 10 días a 25 mil hace dos. En la CDMX se hacen 10 mil pruebas al día, se trata de llegar a 25 mil. Contra menos exámenes, menos estadística, el juego favorito de nuestro zar anti Covid.
La cuarta ola vamos a combatirla con información verificada, sentido común, vacunación, corresponsabilidad ciudadana, empatía laboral, esfuerzo gubernamental, generosidad colectiva, comunicación honesta y una crítica fundada y en contexto.
Que desfiguros discursivos y la banalización de la ciencia narcisista de López-Gatell y las alusiones de botica del secretario Alcocer no nublen la razón social. Más restricciones y menos confinamientos es la supervivencia sanitaria y económica que la circunstancia nos impone.