Gobernando con la narrativa

QUEBRADERO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.

López Obrador puede llegar a negar que haya propuesto en su carácter de candidato el regreso del Ejército a los cuarteles bajo el nunca lo dije, quedando la impresión de que no pasa absolutamente nada. Poco importa que las redes evidencien que lo dijo al igual que muchas otras afirmaciones a las cuales lleva a sus terrenos de relatividad.

La narrativa cotidiana presidencial ha llevado a que la verdad empiece y termine desde las mañaneras. La muy efectiva narrativa va dirigida a sus millones de seguidores y a todos aquellos que lo siguen en cargos públicos o de elección. El Congreso ha dejado de ser el espacio de debate público e intercambio de ideas, particularmente estos días, ha sido de nuevo el terreno del voy derecho y no me quito impuesto desde Palacio Nacional.

Al presentarse de esta manera las cosas se impone muchas veces con la maquinaria más que con las razones. Las propuestas del Presidente a menudo no pasan siquiera por la reflexión que los propios legisladores del oficialismo están obligados a desarrollar.

La serie de argumentaciones que se plantearon en el debate sobre las pensiones llegaron a explicaciones difíciles de entender. Cómo por ahora no están definidas las reglas de operación, no se tiene incluso el número de pensionados y quienes se pueden presuntamente beneficiar por la propuesta, se planteó en el Senado un argumento fuera de lugar: no las tenemos, pero cuando llegue Claudia Sheinbaum lo vamos a terminar por hacer, están pateando el bote para adelante.

La narrativa presidencial busca en todo momento marcar una clara diferencia en las formas en que se ve el país, a ello se ha apostado sistemáticamente a lo largo del sexenio. Tiene sentido bajo la estrategia de verse diferente; sin embargo, las explicaciones que a menudo se dan sobre temas de enorme relevancia, como en temas como seguridad y salud, acaban por entrar en terrenos que más bien tienen que ver con aspiraciones, pero no con una respuesta concreta al problema que se enfrenta.

La narrativa respecto a que tendremos un sistema de salud mejor que el de Dinamarca a estas alturas ya no cabe. Será muy difícil que septiembre tengamos lo que el Presidente aspira, porque si bien el sistema traía muchos problemas antes de que llegara López Obrador, es cierto que a lo largo de estos años todas las políticas fueron erráticas y en esta parte final se está tratando de remedos más que de una solución de largo plazo y que le ofrezca soluciones a la ciudadanía ante los siempre atendibles terrenos de la salud.

El Presidente podría estar dejando riesgosamente una herencia en que una cosa es el país que él supone que somos y otra diferente el país que realmente somos.

A esto agreguemos que la narrativa presidencial pasa regularmente por la polarización. No hay duda que el país ha estado polarizado durante décadas, pero en lugar de buscar la manera de cohesionar ciertas áreas que nos permitieran vivir con una mayor civilidad en medio de las diferencias, lo que ha terminado por pasar ha sido que el Presidente ha dividido más al país, sin perder de vista que tiene la mayoría y un altísimo nivel de popularidad.

Sin embargo, la dinámica de la sociedad debería establecerse de otras formas. La cohesión no es sumisión ni en automático hace desaparecer las diferencias, lo que hace es integrarnos, respetarnos y permitirnos convivir y evitar muchos enconos que en el fondo son absurdos.

El Presidente con su narrativa logró sus propósitos que de manera inevitable serán motivo de cuestionamientos, sobre todo cuando ya no dirija el tránsito las 24 horas del día; se la ha pasado gobernando con su narrativa.

RESQUICIOS.

Mañana concluye el periodo ordinario de sesiones. Con calzador acabaron aprobando reformas sin importar el cómo, el debate y el intercambio de ideas. La apuesta son las elecciones y el Plan C, veremos que queremos los electores para el mes patrio, el jolgorio del Presidente o el equilibrio.

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