La poeta y el mar

ENTREPARÉNTESIS

Julio Trujillo*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.

Uno de los hilos de los que se puede tirar para establecer un linaje de poetas nadadores es el mito de Leandro y Hero, en el que, para encontrarse con su amada, sacerdotisa de Afrodita, Leandro nada las aguas del Helesponto todas las noches.

Una proeza natatoria que provocó la suspicacia, o el espíritu competitivo, del mismísimo Byron, gran nadador que no dudó en tirarse a las aguas del Estrecho de los Dardanelos para igualar en gloria a Leandro e incluso burlarse un poco de él en el poema “Written After Swimming from Sestos to Abidos”, texto, si no inaugural del linaje del que hablábamos (recordemos a Heráclito), sí necesariamente central. Hay tantos otros: Swinburne, Anne Sexton, por supuesto Héctor Viel Temperley y poetas contemporáneas como Myriam Moscona han explorado las numerosas conexiones (una de ellas crucial, la del ritmo) que hay entre natación y poesía. A esta noble tradición hoy se suma la poeta británica Katrina Naomi con su flamante libro Battery Rocks (Seren, 2024).

Battery Rocks es un lugar conocido por los nadadores de Penzance, en el sur profundo de Inglaterra, para tirarse a las frías aguas del Atlántico, gesta que Naomi llevó a cabo todos los días durante un año para alimentar esa bitácora de nado que es Battery Rocks, cuyos protagonistas son siempre dos: la poeta y el mar. Mediante un uso constante de la prosopopeya, el mar es para la poeta amigo y enemigo, amante, querido, querida, personaje desdeñoso, posibilidad, hábitat, pero sobre todo, en sus propias palabras, “el mar es algo que te sucede”. Y puede ser, a pesar de las temperaturas disuasivas, un hábito, una rutina, que a su vez establece inevitablemente una voz poética, versos como olas, tropos que suben y bajan como la marea.

Así como ella es acosada por el mar, Naomi acosa al mar desde todos los ángulos posibles: el lingüístico, el anecdótico, el físico, el filosófico, el climático, el musical, el histórico, el lúdico… siempre nadando, en la más directa investigación de campo posible. Sus poemas se leen como experimentos en ese inmenso laboratorio que es el mar, experimentos natatorios, quiero decir, como si cada brazada fuera también una forma de la escritura y cada respiración una cesura. En ese sentido, Battery Rocks corresponde a la disciplina y el hábito del mar, una práctica que siempre desemboca en nuestra vulnerabilidad ante aquella fuerza ciega y constante. Paradójicamente, Naomi extrae de dicha fragilidad lecciones de fuerza y seguridad, reafirmaciones poderosamente femeninas y sobre todo una gran templanza, como si las bofetadas de Poseidón templaran su poesía y la centraran, encontrando un punto medio ideal (como todo nadador) entre el riesgo y la complacencia.

Leer estos poemas es, por supuesto, nadar un poco con ellos y compartir esa deliciosa incertidumbre de quien es mecido por las olas. La poeta tutea al mar:

“Trazo tu afinidad

con los cuatro vientos

Parecen amantes

Sabemos tan poco del futuro”.

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