Aun mes de cumplirse un año del inicio de la guerra en Gaza, nos ha llegado un capítulo más de tristeza y desánimo. Seis de los rehenes secuestrados en Israel por Hamas, hechos que detonaron el conflicto, han sido hallados sin vida, ejecutados, en un túnel en Gaza.
Las investigaciones forenses indicaron que llevaban poco de haber muerto, por lo que se presume que fueron liquidados al acercarse el ejército israelí.
Sin embargo, para muchas personas estas muertes tienen una causa indirecta que no puede dejarse de lado: la influencia de Benjamin Netanyahu en el fracaso del acuerdo de paz entre los dos bandos en conflicto. Para Netanyahu y su gabinete un acuerdo de paz sería rendirse. Ellos se han puesto en la mira “la victoria total” y cualquier otra cosa les parece quedarse cortos, sin importar que el conflicto se alargue y que las muertes se acumulen.
Gaza lleva 11 meses bajo fuego. La población civil no tiene a dónde correr dentro de un territorio aislado y amurallado. El hambre, las bombas, las balas y las enfermedades cunden entre la sociedad civil y se acumulan cientos de miles de muertos. ¿Cuándo será suficiente? Es una pregunta difícil de responder cuando hemos dejado atrás el terreno de la justicia para adentrarnos en el de la venganza.
La población de Israel está dividida, Netanyahu siempre ha tenido este efecto en ellos. Una parte quiere y exige el alto al fuego, el regreso de los rehenes aún retenidos y recuperar la tan ansiada normalidad. Llorar a sus muertos y dejar de alimentar la máquina de odio y muerte que es la guerra. La otra mitad se compone de aquellos que buscan la aniquilación total del enemigo y los que sienten que una demostración de fuerza militar los mantendrá a salvo ante amenazas incluso más serias, como la unión de Hamas, Hezbolá y la poderosa Irán.
Con todo, este lunes un buen número de personas decidió unirse a un paro y marchar en favor del alto al fuego y en contra de las decisiones de Netanyahu. Aunque el gobierno dio por terminado el paro de forma temprana, no podemos obviar el descontento de un gran sector de la población que ya no quiere más muerte. Entre cánticos que le recordaban a Netanyahu el juicio de la historia y lo responsabilizaban, como líder, de este desastre, miles de jóvenes se enfrentaron a la represión policial dando muestra del hartazgo y división en Israel.
El alto al fuego es imperativo. Los rehenes tienen que ser liberados y se debe detener el asedio a Gaza. Continuar por otra senda sólo escalará el conflicto y no traerá paz a las familias de las víctimas. Netanyahu ha arrastrado al mundo a un callejón sin salida. Lamentablemente es el mismo conflicto el que lo ha solidificado en el poder. La historia lo hará responsable.