De la democracia (5/5)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La amenaza de la democracia se da cuando deja de ser una manera de elegir gobernantes para convertirse en una forma de gobernar, en función de lo que la mayoría elige, elección que puede ser a favor de la satisfacción de necesidades y la defensa de intereses, y no de la garantía de derechos, de la impartición de justicia, que el gobierno debe realizar por principio, no porque así lo decida una mayoría.

Partiendo de lo que Aristóteles y Platón dijeron al respecto, podemos distinguir estos tipos de gobierno: monarquía, el buen gobierno de uno; aristocracia, el buen gobierno de los mejores; democracia, el buen gobierno de la mayoría; tiranía, el mal gobierno de uno; oligarquía, el mal gobierno de los ricos; oclocracia, el mal gobierno de la muchedumbre. Las tres primeras formas, según los filósofos, son puras, y por lo tanto deseables; las tres últimas impuras, degeneraciones de las tres primeras, y por ello indeseables.

¿Qué se requiere para que las tres primeras formas de gobierno (monarquía, aristocracia y democracia), sean deseables? Que no sea el rey, los mejores o la mayoría quienes gobiernen según sus intereses y voluntad, sino que gobiernen las leyes, que deben ser justas, siendo tales las que reconocen plenamente, definen puntualmente y garantizan jurídicamente los derechos de las personas. Lo de menos son el rey, los mejores o la mayoría. Lo de más son las leyes. El gobierno de las leyes implica seguridad jurídica, importante para los ciudadanos, quienes saben a qué atenerse.

¿Por qué las tres segundas formas de gobierno (tiranía, oligarquía y oclocracia), son indeseables? Porque el tirano, los ricos y la muchedumbre gobiernan, no cumpliendo y haciendo cumplir la ley, sino según sus intereses y voluntad, lo cual se traduce en inseguridad jurídica, amenazante para los ciudadanos, quienes nunca saben a qué atenerse.

Los tres poderes del gobierno son obligar, prohibir y castigar, que limitan el ejercicio de la libertad individual y el uso de la propiedad privada, debiendo ejercerse de manera justa, para lo cual se requieren leyes justas y gobernantes dispuestos a cumplirlas y hacerlas cumplir, lo cual quiere decir que lo importante es la dikaiocracia, el gobierno de la justicia, no la monarquía, la aristocracia o la democracia. Lo importante no es, suponiendo las formas del buen gobierno, el cuántos (uno: monarquía, muchos: la mayoría), o el quiénes (los mejores; aristocracia), sino el qué (el gobierno de la justicia, de la leyes justas, la dikaiocracia). Si aceptamos lo anterior entonces la pregunta es, ¿con cuál de las tres formas del buen gobierno (monarquía, aristocracia y democracia), existen más y mejores posibilidades de lograr la dikaiocracia? Para empezar la discusión vale la pena leer, lo mencioné en la primera entrega de esta serie, Democracy, the God that failed, de Hans-Hermann Hoppe, quien apuesta por la monarquía.

Si se quiere democracia, o si ya se tiene, la pregunta que debemos hacernos es cómo lograr que la democracia (la elección de la mayoría), dé como resultado la aristocracia (el gobierno de los mejores), y que ésta resulte en la dikaiocracia (el gobierno de la justicia, que es el Estado de Derecho).

Lo importante no es la democracia, es la justicia, el Estado de Justicia. Con democracia, ¿puede lograrse?