Arturo Damm Arnal

Liberalismo, una muestra

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El liberalismo no es una ideología, una idea preconcebida de cómo debe organizarse la sociedad y cómo deben comportarse las personas para lograr esa organización, comportamiento que, de no darse voluntariamente, deberá imponerse por la fuerza, por lo que la ideología privilegia el diseño humano (la idea preconcebida, heteronomía teleológica: el fin me lo impone otro), sobre la libertad individual (la acción voluntaria, autonomía teleológica: el fin lo elijo yo).

Ejemplo de ideología es el lenguaje inclusivo, producto, no de la evolución espontánea del lenguaje, y por lo tanto de su adopción voluntaria de parte de las personas, sino de la idea preconcebida de quienes creen saber cuál es la manera correcta de hablar (cómo debe organizarse esa práctica social que es el lenguaje), y cómo debemos hablar para conseguir dicha corrección (cómo debemos comportarnos, en nuestra calidad de hablantes, para conseguirlo), corrección que, de no conseguirse voluntariamente, deberá imponerse por la fuerza (por ejemplo: recurriendo a la legislación, ¿llegaremos a tanto?), privilegiando el diseño humano (alguien diseñando, desde su concepción de la corrección lingüística, la manera de hablar) sobre la libertad individual (cada quien hablando como lo crea más conveniente, tomando en cuenta que el fin de lenguaje es darse a entender, lo cual impone ciertas restricciones, como es el buen uso de los tiempos verbales, razón por la cual, si queremos que nos entiendan, no decimos “mañana fui a nadar” o “ayer iré al cine”, sino “ayer fui al cine” y “mañana iré a nadar”).

El lenguaje inclusivo, producto, no de la evolución espontánea, de la afirmación de la libertad individual, de su adopción de abajo hacia arriba, sino del diseño humano, de la negación de la libertad individual, de su imposición de arriba hacia abajo, es profundamente iliberal, como cualquier ideología.

Si el liberalismo no es una idea preconcebida de cómo debe organizarse la sociedad, de cómo deben comportarse las personas para conseguir esa organización, si no es una ideología, como por lo general se cree, entonces ¿qué es?

El liberalismo es un principio rector de la conducta, y por lo tanto más propio de la ética que del derecho, la economía o la política: Respetando los derechos de lo demás, y asumiendo el riesgo y la responsabilidad, haz lo que quieras. Y tiene lógica: si el liberalismo tiene que ver con el respeto a la libertad individual, el único límite a su ejercicio debe ser el respeto a los derechos de los demás. Esta es la única idea preconcebida del liberalismo, y la única que se justifica, porque tiene que ver con la justicia, virtud por la cual respetamos los derechos de los demás, y cuyo resultado es la convivencia civilizada, algo muy juarista: El respeto al derecho ajeno (la justicia) es la paz (convivencia civilizada).

Vuelvo al lenguaje inclusivo. ¿Estoy en contra? No, por mí que cada quien hable como quiera. Pero sí estoy en contra del lenguaje inclusivo como ideología, como idea preconcebida de cómo debemos hablar y del intento de imponerla por la fuerza (por ejemplo: por medio de legislación), algo profundamente iliberal.

Desafortunadamente abundan las postural iliberales, comenzando por la economía, y para muestra el párrafo tercero del artículo 25 constitucional, tema del próximo Pesos y Contrapesos.