Recuperación económica: riesgos y evidencias

BRÚJULA ECONÓMICA

ARTURO VIEYRA FERNÁNDEZ
ARTURO VIEYRA FERNÁNDEZ
Por:
  • Arturo Vieyra Fernández

En medio de la actual crisis económica vale la pena preguntarse acerca de cómo y cuándo será la recuperación. La profundidad de la crisis mundial y local, el impacto de la pandemia y la incertidumbre en torno a su duración, así como la efectividad potencial de las medidas gubernamentales para enfrentar las crisis sanitaria y económica son los factores relevantes para evaluar la naturaleza de la recuperación económica.

Aunque parezca obvio, conviene señalar qué se entiende por recuperación, pues el saldo negativo de la crisis en términos de producción y empleo será cuantioso. Recuperar los niveles previos a la debacle económica llevará varios años, por lo menos al año 2022; en este sentido, una recuperación en sentido estricto será lenta dado el importante daño provocado por la crisis.

Sin embargo, en un sentido más pragmático, podemos también utilizar el término de recuperación como aquel que se refiere al restablecimiento del crecimiento económico. Es en este punto, donde la discusión es intensa y donde prevalece mucha incertidumbre. Como muestra, baste señalar las expectativas sobre el crecimiento del PIB del Banco de México en su último informe trimestral de inflación, donde presupone tres escenarios de caída del PIB para este año (-4.4%, -8.8% y -8.3%), y con recuperaciones para el año siguiente también bastante disímbolas (4.0%, 4.1% y -0.5%), respectivamente.

Además de la asimetría en estas proyecciones, la prospectiva del banco central denota claramente la incertidumbre en torno a la recuperación —entendida como la reactivación en el crecimiento del PIB—, la cual depende principalmente de la duración de la pandemia y de las medidas que ha tomado el gobierno para paliar la crisis.

Hasta ahora, parece haber acuerdo en la profundidad de la crisis, los consensos de distintas encuestas tienen proyecciones que rondan alrededor de una caída del PIB este año de 8%. No obstante, la velocidad de la recuperación es aún incierta, principalmente porque no se tiene certeza sobre la dinámica futura de la pandemia y, en consecuencia, de la apertura económica.

De lo que tenemos cierta evidencia es de que algunos hechos internos y externos favorecen la expectativa de una recuperación moderadamente rápida que podría redundar en un crecimiento de al menos 4% el próximo año. Es el caso de la apertura de sectores prioritarios (automotriz, construcción, alimentos, minería, etc.), la expansión del gasto público, la continuidad de las obras de gobierno, la expansión de recursos para el crédito, entre otros.

Asimismo, en lo externo, el optimismo filtrado en los mercados financieros y de materias primas —con aumento de las bolsas, apreciación de las monedas de mercados emergentes, incrementos en el precio del petróleo y disminución de riesgo crediticio—, sumado a noticias de freno al deterioro en los mercados de trabajo en Estados Unidos y reactivación de la economía china y las manufacturas en Europa, alientan las expectativas de una recuperación en la segunda parte del año.

Desgraciadamente, los riesgos de un rebrote de la pandemia en México ponen en entredicho la recuperación, dar marcha atrás provocaría un duro golpe al crecimiento económico. Por ello, ahora más que nunca es menester seguir las indicaciones de la autoridad en materia de salud pública. El semáforo está en rojo.