Logros y debilidades del crecimiento

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Vieyra
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Se argumenta en algunos círculos del oficialismo que la prioridad en materia económica está en el logro de un mayor bienestar para la población más que en la búsqueda del crecimiento económico per se. Si bien esta afirmación es válida y congruente con los objetivos de la presente y de la siguiente administración, no debe dejarse de lado la primicia de que el logro de mayor progreso y bienestar social tiene como condición sine qua non el crecimiento de la economía.

Una evaluación del crecimiento económico durante este sexenio arroja resultados muy negativos pues a duras penas el promedio de crecimiento por año alcanzará apenas 1.0%. Sin embargo, este juicio luce bastante somero en la media que no ajusta por la crisis económica derivada de la pandemia, que ha sido incluso la más profunda de la historia de nuestro país.

Una evaluación más objetiva del crecimiento económico debería considerar en consecuencia dos periodos: el primero, desde 2019 hasta 2021 que implicó una debacle productiva cuando la economía se redujo a una tasa anual promedio de -1.4% (incluyo el rebote de 2021 con un crecimiento de 6.1% porque después de la caída de 8% de 2020, era muy fácil volver a crecer); principalmente derivada de la crisis, pero también por una mala gestión en el primer año de gobierno.

Posteriormente, en el periodo 2022-2023, ya en condiciones más “normales”, el desempeño económico fue muy positivo ya que después de la debacle productiva se logró un crecimiento promedio de 3.4% en ese par de años.

Así, la asimetría en el crecimiento es notable y marcada profundamente por la crisis. Pero los cambios no fueron sólo cuantitativos, también se registró un cambio en el desempeño regional donde el sur del país por primera vez tomó la vanguardia en el crecimiento, a la par que como resultado de las políticas públicas se redujo la pobreza.

Desafortunadamente, este buen desempeño parece perder ímpetu, para 2024, e incluso 2025, se anticipa una pérdida de dinamismo con crecimientos de 2% y 1.7%, respectivamente, incluso, el avance podría ser menor. Las evidencias de la desaceleración productiva para este año son claras en diversos indicadores.

El panorama para 2025 todavía luce muy complicado. En particular, considero que son tres los elementos de alerta que nublan el panorama. En primer lugar, las condiciones fiscales que deja la actual administración obligarán a la siguiente a reducir drásticamente el gasto público a fin de retomar el camino de la estabilidad y mantener la deuda pública en un nivel de 50% del PIB.

En segundo término, la actual política monetaria instrumentada por el Banxico implica altas tasas reales de interés y tendrá, al igual que la política fiscal restrictiva, un impacto negativo sobre el crecimiento el próximo año y quizá hasta el 2026.

Finalmente, pero no menos importante, será el resultado de la forma y fondo de la aprobación de la reforma judicial. Hasta ahora, Claudia Sheinbaum, como virtual presidenta electa, ha mandado un mensaje muy claro de concertación e inclusión de todas las opiniones. Si ello logra traducirse en fortalecer la confianza del sector privado, puede mejorar el escenario de crecimiento por la mayor inversión privada que se promovería , de lo contrario, las consecuencias pueden ser muy negativas. El progreso social es la prioridad, pero sin crecimiento económico es imposible lograrlo.