Arturo Vieyra

Mejora distribución del ingreso

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Vieyra
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Mucha efervescencia ha generado la última edición de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) elaborada por el Inegi con cifras correspondientes a 2022.

Su interpretación es vital para entender cómo evoluciona la estructura económica y social de los hogares mexicanos.

La gran importancia de la ENIGH radica en que reporta un espectro muy amplio de información, principalmente sobre el ingreso de las familias que incluyen además del laboral, las percepciones como remesas, programas sociales, transferencias privadas y pensiones. En paralelo, informa sobre el destino de los ingresos en distintos rubros como alimentos, esparcimiento, educación, salud, vivienda, etc.

Resumir los resultados de la ENIGH en este espacio es complicado, pero lo que sí se puede afirmar es que de su lectura se desprende una mejora en las condiciones de los hogares mexicanos. Particularmente por el hecho de que apuntan a una disminución de la desigualdad. En este sentido, vale la pena realizar las comparaciones de la reciente encuesta respecto a la realizada en 2018, ya que la previa se realizó en 2020 en plena pandemia, lo que representa una mala referencia de las condiciones socioeconómicas de los hogares.

La primera gran conclusión deriva en el hecho de que después de la abrupta caída del ingreso en 2020 por efecto de la pandemia, se registra un incremento del ingreso en los hogares (también a nivel de entidades federativas) que prácticamente recupera su nivel en 2022. Incluso, el crecimiento respecto a 2018 es sensiblemente mayor en los estratos de la población de menores ingresos, y sólo se reduce marginalmente (-2.2% real) en el 10% de la población con mayor nivel de ingreso.

Este hecho implicó una disminución de la desigualdad. Sus causas están en el aumento en la cobertura de los programas sociales, de las remesas familiares y del incremento al salario mínimo (ahora en el estrato más bajo de ingreso se incrementa el componente de “ingreso por trabajo”).

Por el lado del gasto de los hogares se refleja el incremento del ingreso. En el promedio, las erogaciones se incrementan marginalmente al nivel del 2018, pero al interior aumenta en casi todos los estratos de la población, con mayor empuje en los más pobres y sólo se reduce en el 20% más pudiente. La estructura del gasto de las familias se vio seriamente afectada por la inflación; pues a pesar del aumento en el ingreso, éste sirvió para subsanar el fuerte incremento en los precios de los alimentos. En 2018 la población destinaba 35.2% de su gasto a alimentos y bebidas, para 2022 esta proporción sube hasta 37.7%. Como contraparte, se reduce fuertemente la proporción de su gasto en educación y esparcimiento hasta 9.8% el año pasado desde 12.1% en el 2018.

La ENIGH señala todavía algunas ventanas de oportunidad, como son el hecho de lograr un apoyo todavía más profundo en los estratos más vulnerables de la población, ya que la intención de hacer universales los apoyos sociales generó cierto grado de “incongruencia” en la aplicación de los programas gubernamentales. Asimismo, el retroceso señalado en que ahora el 39% no tiene acceso a servicios de salud cuando en 2018 era 16% requiere prontas evaluaciones y respuesta por parte del Gobierno federal, pues seguramente el deterioro podría obedecer al cambio en el esquema de salud pública, más que a una disminución en la cobertura.

Los resultados de la ENIGH son en general alentadores y reflejan en buena medida el éxito de las políticas públicas de la actual administración en materia social y laboral. Veremos en las próximas estimaciones del Coneval qué tan efectivas han sido para reducir la pobreza.