Estiércol, basura orgánica y otras riquezas

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

El litio es el “oro blanco” que sirve para generar baterías que almacenan la electricidad generada, a su vez, por el sol y el viento gracias a tecnologías cada más probadas y eficientes. El estiércol puede ser “oro café” que permita que los ganaderos produzcan fertilizante de alta calidad y bajo costo, con menos emisiones de gases de efecto invernadero. Cuando una granja tiene vacas y cerdos, junto con cultivos, puede retroalimentarse en un ciclo virtuoso. Si aún no lo has hecho, querido lector, ve el documental Mi gran pequeña granja en Netflix.

Pero así como pasa con el petróleo, llamado “oro negro”, que genera contaminación y cambio climático, también las granjas industriales pueden transformar lo que debería ser “oro café” en veneno. Ahí donde enormes granjas porcícolas contaminan el agua, tendría que capturarse y reusarse el excremento de los animales, no verterse en las áreas naturales.

La basura orgánica que generamos en las ciudades donde hay verdadera separación de desechos sólidos podría ser llamada el “oro arcoíris”. En un sueño progresista vuelto realidad, los desechos de comida de la progresista ciudad de San Francisco se transforman en composta para producir progresista vino orgánico local (a diferencia del vino industrial, éste último surge de viñedos donde no reciben insecticida ni las uvas ni los trabajadores ni quienes beben el producto final).

Ahora bien, las grandes metrópolis no son granjas. Durante años, en la Ciudad de México hemos usado cientos de toneladas de desechos orgánicos para producir composta destinada a fertilizar parques y camellones. Pero sobraban y hay que reducir todavía más los residuos sólidos que se envían a los rellenos sanitarios. Un programa piloto planteó entonces convertir en carbón vegetal y electricidad la basura orgánica, gracias a plantas de carbonización hidrotermal, concebidas por la UNAM, la Secretaría de Energía, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y el gobierno capitalino.

El reto es audaz, dado que se trata de secar grandes cantidades de un insumo húmedo. Todos nos hemos mojado alguna vez las manos con el líquido que escurre de la basura, particularmente la orgánica. Imaginemos ahora lo que significa secar cientos de toneladas. Es necesario cruzar los dedos y que el metabolismo de la ciudad capital, es decir, los flujos de materia y energía, sean cada vez más sustentables.

Toda innovación tecnológica supone una aventura, pero prescindir de innovar implicaría comprar siempre tecnología extranjera probada pero costosa. Todos preferimos las mejores vacunas contra Covid-19, los vehículos menos contaminantes y los teléfonos celulares más fifís. Pero llega el momento en que nos metemos las manos al bolsillo y preguntamos ¿con qué ojos? ¿Qué es lo que producimos y vendemos los mexicanos? ¿Es la crisis ambiental una oportunidad para innovar o mejor optar por lo probado? La gestión del nuevo oro (litio, viento, sol, estiércol, basura orgánica) nos exige lucidez.

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Mauricio Flores