Bibiana Belsasso

“Violencia deshila el tejido social, necesitamos volverlo a construir”

BAJO SOSPECHA

Bibiana Belsasso*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Bibiana Belsasso
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En estas últimas semanas, sobre todo, tras el asesinato de los dos sacerdotes jesuitas en Urique, Chihuahua, la relación entre la Iglesia católica y el Gobierno federal se percibe tensa.

Sobre esta situación platiqué con el padre Benjamín Clariond, sacerdote, doctor en teología y director de escuela. Hace unos años, también fue vocero de los Legionarios de Cristo en el Vaticano.

BIBIANA BELSASSO (BB): ¿Existe una confrontación entre el Gobierno de México y la Iglesia?

PADRE BENJAMÍN CLARIOND (BC): Mira, yo no lo vería como una confrontación, sino más bien la Iglesia tiene la misión de ayudar y también de promover el bien común y uno de los elementos del bien común es, precisamente, la paz.

Yo creo que a raíz de los asesinatos de los padres Javier Campos y Joaquín César Mora y también del guía turístico Pedro Palma, allá en Cerocahui, se ha desatado una toma de conciencia del nivel de violencia que se está viviendo en el país y la Iglesia como institución no tiene la misión de decirle al Gobierno qué es lo que tiene qué hacer, pero sí de alzar la voz y decir que especialmente las personas más vulnerables, las más pobres, que son las que a veces, casi siempre sufren más de las secuelas de la violencia y a veces no pueden escapar de ella.

Alzar la voz y decir: “Aquí hay algo que conviene atender y que es urgente atender”. Hay una separación entre la Iglesia y el Estado y no le va a decir al Gobierno cuáles son las cosas que tiene qué hacer; sin embargo, sí tiene que alzar la voz, o sea, todos, autoridades, ciudadanos de a pie, todos tenemos que participar para construir la paz y hay cosas que, con tantos asesinatos, feminicidios, desaparición de periodistas, de personas, el asesinato de estos sacerdotes, y de tantas otras personas comprometidas, en manos de la delincuencia organizada, etcétera, pues son realidades que hacen alzar la voz, esto no nos ayuda, está deshilando el tejido social y necesitamos volverlo a construir.

El sacerdote Benjamín Clariond, en imagen de archivo.
El sacerdote Benjamín Clariond, en imagen de archivo.Foto: Especial

BB: La gente se acerca a los sacerdotes para platicarles su situación.

BC: Así es, se percibe lo que está pasando porque están en contacto permanente con la gente, con el pueblo. Los sacerdotes vivimos tratando de estar cerca de las personas que han confiado en nosotros. Cuando se truncan sueños, cuando hay jóvenes que se ven involucrados en el mundo de la violencia, cuando la violencia casi se hace el único modo de poder salir adelante, pues realmente eso clama al cielo y la Iglesia para alzar la voz para decir: “Reconstruyamos el tejido social”.

Por eso en las iniciativas que ha sacado la Conferencia del Episcopado Mexicano de tener el 10 de julio la misa por los sacerdotes asesinados y durante todo este mes elevar oraciones por las víctimas de la violencia, porque ahí hay heridas abiertas, nuestro país es profundamente religioso y plural, pero también tiene heridas y necesitamos atenderlas y no fingir que todo está muy bien, sino realmente tomar conciencia de las asignaturas pendientes y de ahí partir para conseguir la paz.

También, el 31 de julio, tenemos la misa por los victimarios porque también hay que rezar por ellos, por su conversión, por su reinserción pacífica en la sociedad, nosotros como seguidores de Cristo creemos profundamente en la conversión de los pecadores, la conversión de las personas que han seguido, que han adoptado un mal camino, también pedimos por ellas.

Y, sobre todo, importantísimo, despertar la conciencia de orar por la paz en todas las comunidades, pero al mismo tiempo, actuar por la paz, no es nada más rezar porque rezar nos ayuda a tomar conciencia y a pedirle a Dios que actúe y que convierta los corazones y que sane las heridas, pero también hacer lo que nos toca como sociedad y aquí nadie puede decir a mí no me toca.

BB: Ahora, hay muchos victimarios que se acercan a la Iglesia para tratar de cambiar su vida.

BC: Sí, hay personas que de pronto toman un mal camino y se dan cuenta del mal que están haciendo, de todo el dolor que están causando, y eso les ayuda y al acercarse a la Iglesia, ven una manera de recuperar la esperanza.

Esto no quiere decir que no tengan que cumplir con las penas que les imponga la justicia, si ésta les impone cárcel o alguna otra pena, pues tendrán que pagarla, pero son seres humanos y deben tener siempre la puerta abierta para la esperanza, para cambiar, pero insisto, el que se acerquen a la Iglesia no quiere decir que no tengan las exigencias de la justicia, si han hecho un mal, pues tienen que reparar ese daño que han causado.

Nuestro país es profundamente religioso y plural, pero también tiene heridas y necesitamos atenderlas y no fingir que todo está muy bien, sino realmente tomar conciencia de las asignaturas pendientes y de ahí partir para conseguir la paz

BB: Yo escribí esta semana que no es un tema de confrontación, de polarización, sino que todos los mexicanos queremos un México sin sangre.

BC: Estoy de acuerdo contigo, Bibiana, creo que no es un tema de confrontación sino de colaboración, porque a todos nos toca. Al Gobierno le toca hacer que las instituciones funcionen, tutelar la paz y el bien común, que se haga justicia, de una manera ágil y correcta; al mismo tiempo también garantizar la protección de los ciudadanos. A los padres y madres de familia les toca educar bien a sus hijos. A la Iglesia, promover esa Ley de oro de la caridad, de tratar a los demás como quieren que nos tratemos. A los legisladores les toca pasar leyes justas. Todos, todos, desde un niño a un anciano, todos debemos trabajar para construir la paz.

Es muy fácil decirle al Gobierno: “Gobierno, resuélvelo tú”, éste juega un papel muy importante para la solución del problema, pero no lo podemos dejar solo. Si en una familia hay violencia entre marido y mujer, pues eso se va a replicar después a mayor escala, necesitamos trabajar para eliminar la violencia y hacer una cultura de paz.

Solamente con políticas públicas no se arreglan todos los problemas, hay que ir a la raíz, que es el cambio del corazón de las personas, darles educación, darles oportunidades de salir de la pobreza, de un futuro mucho más prometedor y la Iglesia está a favor de todo eso, no de que se den dádivas y se acostumbre a la gente a no trabajar, sino que cada uno pueda ser protagonista de la construcción del bien común.

Creo que es muy importante que sepamos dónde están tantas personas desaparecidas, que sepamos de esos asesinatos de personas, de activistas sociales, de periodistas, de personas dedicadas a cosas muy buenas en pro de la sociedad y que de pronto ya no están.

Todas esas son heridas abiertas y hay que sanarlas. ¿Cómo se sanan? Diciendo la verdad sobre ellas, es sumamente importante no solamente hablar, sino pasar a la acción y a las personas de Fe, la que nos exige no cruzarnos de brazos, sino abrir horizontes de diálogo para construir la paz en una nueva mirada de cómo es el México que queremos construir. Y claro, nos toca a todos, sociedad civil, iniciativa privada, autoridades, los tres Poderes, periodistas, todos, porque todos tenemos algo qué contribuir para la construcción de la paz y a evitar que se deshaga el tejido social.