David E. León Romero

Por nuestros bosques

JUSTA MEDIANÍA

David E. León Romero*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
David E. León Romero
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Un bloqueo carretero en una de las autopistas más importantes de nuestro país donde se manifestaron ejidatarios de la región, nos recuerda que los grupos de la delincuencia organizada han talado nuestros bosques por décadas, alentando el deterioro de ecosistemas de gran valor para nuestro país.

La tala clandestina no es un problema exclusivo de México. Desafortunadamente, estamos acabando con la superficie boscosa a tales ritmos que la reforestación y su regeneración resultan insuficientes.

Uno de los activos naturales más importantes de nuestro territorio son las cerca de 64 millones de hectáreas de bosques. Los servicios ambientales que brindan a las comunidades tienen un valor incalculable: evitan la erosión, nos obsequian agua potable, son casa de fauna extraordinaria, capturan contaminantes, reducen la contaminación acústica, nos ayudan a disminuir la temperatura y nos entregan oxígeno, entre muchos otros.

Penosamente, nos peleamos de tú a tú el liderato entre las naciones que mayor tasa de deforestación registran. Documentos de la Comisión Nacional Forestal sostienen que la tasa anual de deforestación se ha duplicado en 17 años. Las zonas de nuestro país más amenazadas son la Península de Yucatán, Jalisco, Michoacán, Chiapas, Veracruz, Oaxaca, Guerrero y San Luis Potosí.

Aprovechar de manera sustentable los bosques sería un acierto, es decir, tener un manejo técnico adecuado. Esto significa utilizar los recursos que los bosques nos otorgan, restableciendo las superficies a mayor velocidad que la propia explotación; no obstante, sólo un porcentaje muy reducido de nuestros bosques —cercano al 15 por ciento— se maneja bajo estos estándares. La tala clandestina y la extracción de leña, además de las enfermedades y los incendios forestales, han puesto en riesgo superficies de gran extensión. Las actividades agrícolas y ganaderas han ganado intencionalmente superficie a los bosques. En conclusión, no sólo no explotamos adecuadamente nuestros bosques, sino que poco a poco acabamos con ellos.

Las consecuencias son de todos conocidas y en muchas regiones ya experimentadas. La escasez de agua, el incremento de la temperatura, la erosión y la contaminación del aire, entre las más importantes. Sin embargo, no debemos olvidar que desafortunadamente, un grupo importante de los mexicanos que menos tienen, vive dentro o son vecinos de las zonas forestales.

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en su objetivo número 15, establece el proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar los bosques de manera sustentable, abatir la desertificación, detener la degradación de las tierras y frenar la pérdida de la diversidad. Objetivo por demás ambicioso que requiere de la participación de todos los sectores para alcanzarse.

Debemos intensificar las acciones para reforestar nuestra superficie forestal y con ello regenerar nuestros ecosistemas en la búsqueda de garantizar los servicios ambientales que nos proveen, además de aprovechar de manera sustentable sus recursos. La viabilidad de la vida y el desarrollo del total de nuestras actividades están íntimamente ligadas con la salud y el bienestar de nuestros bosques.