Transformación sin regeneración

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Cuando se fundó Morena, por allá de 2011, nadie hablaba de la Cuarta Transformación. La razón es muy sencilla: el concepto de “Cuarta Transformación” todavía no se le había ocurrido a López Obrador. De lo que sí se hablaba, aunque fuera de una manera vaga, era de la regeneración de México, tanto así que el partido lleva esa palabra en su nombre.

Simpatizantes de Morena, en un evento en Zapopan, Jalisco.
Simpatizantes de Morena, en un evento en Zapopan, Jalisco.

Hablar de regeneración en ese momento era oportuno. México había vivido una alternancia partidista, pero no una regeneración social. Muchos de los vicios del régimen priista habían transitado del siglo XX al siglo XXI: corrupción, simulación, mezquindad. Para que México pudiera regenerar su tejido social profundo, para que pudiera construir una verdadera democracia, era indispensable que se efectuara un cambio de hábitos y de valores. Ésa fue una de las propuestas que yo hice en mi libro México sin sentido, de 2011, y que coincidía, por lo menos en ese punto, con el ideario del movimiento morenista de ese momento.

Durante la primera mitad del gobierno de López Obrador se abordó el tema de la regeneración, pero mal. El fiasco de la guía moral ejemplifica la manera tan burda, tan superficial, en la que se pretendió resolver esa asignatura pendiente. En la segunda parte del sexenio el tema de la regeneración desapareció del discurso presidencial, aunque no de algunos de los planes de gobierno. Todavía hubo algo del proyecto de una regeneración de México en la reforma educativa, la llamada nueva escuela mexicana. Sin embargo, la manera tan descuidada y apresurada en la que se implementó dicha reforma dejó una revoltura que inevitablemente tendrá que ordenarse y corregirse en el próximo gobierno.

En la campaña de la Dra. Sheinbaum la regeneración no apareció en el discurso electoral y por lo que se alcanza a ver, tampoco aparece en la lista de intereses de su gobierno. ¿Por qué?

Una explicación es que el próximo gobierno asume que México ya se regeneró lo poco o mucho que se pudo. Lo que se diría es que en una primera etapa de la Cuarta Transformación el tema de la regeneración fue oportuno, pero que una vez que el movimiento lleva seis años en el poder, la agenda debe cambiar, de acuerdo con las exigencias del momento, y que, entre ellas, ya no está la regeneración.

Otra explicación es que el gobierno que está por comenzar no sabe cómo abordar el asunto. La Dra. Sheinbaum es de formación una científica, no una humanista. Y el resto de sus colaboradores tampoco tienen un perfil que permita anticipar que el tema de la regeneración vaya a ser incluido en la agenda de una manera seria, más allá de los clichés. Hay que tener en cuenta que el asunto de la regeneración es muy complejo y que no puede abordarse a la ligera.

Una tercera explicación es que la regeneración ha dejado de importar y que ahora lo único que importa es el llamado segundo piso de la transformación. Desde esta perspectiva, la Cuarta Transformación dejó de ser un proyecto político y moral para convertirse en un proyecto político con un giro tecnocrático. Si ése fuera el caso, me parece que el segundo piso de la Cuarta Transformación podría cometer el mismo error del régimen de la alternancia entre 2000 y 2018, a saber, suponer que los problemas de México se pueden abordar de una manera exclusivamente estructural, normativa, planificada, sin atender a lo que sucede en lo más hondo

de la sociedad.

La transformación política del país es un hecho indiscutible. Eso explica el contundente triunfo electoral de Morena. Ya no hay vuelta atrás frente al cambio de régimen. El gigantesco error de la oposición fue suponer que la restauración del viejo régimen era factible. Ante esa circunstancia, el partido en el poder no puede cometer la equivocación, igualmente mayúscula, de confiar en que México ya cambió y que lo único que hay que hacer es administrar ese cambio. Dicho de otra manera, el error consistiría en tomar a la transformación como el régimen anterior tomó a la alternancia: como un hecho consumado.

Mientras no trabajemos en la regeneración moral de México, todo cambio político será superficial y vano.

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