Horacio Vives Segl

90 años del Holodomor

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Horacio Vives Segl
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Coincidiendo con el noveno mes de la actual invasión rusa en Ucrania, se cumplen 90 años del Holodomor (muerte masiva por hambre), uno de los acontecimientos más trágicos de la historia del siglo XX, por el que el dictador José Stalin ordenó el genocidio de la población ucraniana, entre 1932 y 1933, costando la vida de al menos 4 millones de personas, en un estimado conservador.

Qué duda cabe que las tensiones entre Kiev y Moscú han tenido importantes episodios de conflicto a lo largo del último siglo. El justificado recelo y resentimiento ucraniano hacia el Kremlin tiene petrificadas razones históricas. Al término de la Primera Guerra Mundial, los levantamientos campesinos en Ucrania entre 1918 y 1921 evidenciaron la vocación de una nación dispuesta a pelear por su soberanía y alejarse de la influencia de Rusia para estrechar afinidades con Europa. La proclamación de la República Popular de Ucrania, durante ese breve lapso, resultó una afrenta insostenible para el gobierno bolchevique, cuya superioridad militar se impuso para controlar a la región más próspera económicamente del dominio soviético.

La crisis mundial de 1929, entre otros factores, fue un antecedente para detonar la saña con la que Stalin planeó desquitarse con Ucrania. La insuficiente producción alimentaria que se debía generar para abastecer lo proyectado por Moscú, sirvió como pretexto para castigar severamente al pueblo ucraniano. En agosto de 1932 se aprobó la denominada Ley de Espigas, que estableció severos castigos para los campesinos que se opusieran a la confiscación de granos y en general de todo alimento. La medida tuvo consecuencias terroríficas: envío de opositores a los gulags en Siberia, penas de muerte, ejecuciones sumarias y el dantesco sometimiento de la población, sitiada y condenada a morir de hambre. Todo ello, para evitar cualquier atisbo independentista o europeizante.

Fue, además, una muy cruel paradoja por parte del tiránico gobierno bolchevique de Stalin: crear ficticiamente una crisis para matar de hambre a la población de una de las regiones productoras más importantes de alimentos. Hay que recordar que, mientras el mundo gire y la crisis medioambiental no genere catástrofes irreversibles, Ucrania, junto con Kansas y la pampa argentina, es uno de los tres mayores graneros del mundo.

Junto con el exterminio armenio, el holocausto judío, las dos bombas atómicas y los millones de vidas perdidas en las dos guerras mundiales, el Holodomor tiene su lugar dentro de las más relevantes tragedias humanitarias del siglo XX. Por supuesto, durante el periodo de dominación soviética, los hechos se trataron de negar u ocultar a toda costa. Hoy, su conmemoración es de recalcada importancia, dado el contexto de una nueva agresión por parte de otro tirano ruso, Vladimir Putin, contra Ucrania. Una guerra devastadora que, al entrar en la temporada invernal, castigará a la población ucrania con más muerte, oscuridad y frío, como lo señaló el heroico presidente Volodímir Zelensky en el acto conmemorativo que encabezó, acompañado por el primer ministro de Bélgica, Alexander De Croo.

En medio de la actual pesadilla, Zelensky tuvo un gesto político que, más allá del recuerdo del espeluznante genocidio estalinista, en mucho enaltece la hercúlea resistencia que está liderando y que sirve a la vez como potente ejercicio de memoria activa: el anuncio de la iniciativa Grano desde Ucrania, coordinada con las Naciones Unidas, para enviar desde ese país alimentos a algunas de las regiones más pobres del mundo y, en esa medida, contribuir a mitigar el grave problema de la hambruna.