Cuídate mana

HABLANDO DE DERECHOS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

“Ser mujer no es fácil”, una frase que le escuché muchas veces a mi abuela Columba, y, dicho de otra manera, también la escuché en mi madre, cuando nos decía a mi hermana y a mí: “avisen, no me tengan con el pendiente”, y yo a mi hija, cuando le digo: “cuídate, que tú eres lo más importante que tienes”.

Las mujeres nos heredamos de madres a hijas el estarnos protegiendo, así lo hacemos generación tras generación, y lo ampliamos a nuestras hermanas, primas, sobrinas y, por supuesto, a nuestras amigas: “Cuídate mana”. Y es que sabemos que la sororidad implica acompañarnos y no soltarnos.

Pero muchas veces nos encontramos en lugares opuestos de la vida o en circunstancias tan complejas, que nos ponen frente a frente, ya sea por un trabajo, por un amor, por una causa, por una creencia religiosa o por una ideología política, y ahí el sistema que históricamente ha privilegiado lo masculino sobre lo femenino pone a prueba la sororidad. En esos momentos más álgidos, donde debemos construir resoluciones de conflicto alejadas a las formas de sistemas patriarcales, en donde o estás conmigo o contra mí, nunca falta el mensaje de varones que, haciéndose pasar por un “aliado”, y que desde su macho explicador cuestiona la sororidad expuesta, con un mensaje insidioso que sólo hace ver su lugar de privilegio, es entonces el momento en que nos vemos nosotras a los ojos y ahí descubrimos que el cuidarnos es una suma de “tú te cuidas, yo me cuido”, y juntas conjugamos el “nos cuidamos” sin necesariamente andar el mismo sendero. Y porque sabemos de nuestras circunstancias de vida, nunca una mujer le pedirá a otra mujer que dé la vida por ella, esa vida que debe cuidar de que otros no se la arrebaten. Así que nos rozamos la punta de los dedos, nos miramos y seguimos andando con un “cuídate mana, tú también”, y ahí somos sororales.

Podemos preguntarnos siempre el porqué de su reacción, pero no se trata de cuestionarle, que de eso durante años se ha encargado el sistema patriarcal, al decir que “el peor enemigo de una mujer es otra mujer”, o que “juntas ni difuntas”. Qué saben ellos de nuestros contextos que, de tal caso, son los verdaderos enemigos que nos arrogan a contraponernos.

Nosotras nos reconocemos en el dolor y cómo no, si lo hemos vivido en carne propia, y sabemos de las arenas movedizas, ésas que entre más te muevas más te hundes. Sabemos de los retos que implican nuestras denuncias de exigibilidad de derechos, el de no quedarnos más calladas y el de exigir trato igualitario, y eso es por todas y es para todas.

Los tiempos nos exigen reconocer nuevas formas de sororidad, y sí es verdad que son tiempos de definiciones y de posturas, y por lo que le hagan a una respondemos todas, también debemos reconocer en cada mujer que desde su derecho anda sus tiempos, anda sus miedos, y los acomoda porque la sororidad siempre es de ida y vuelta.

Defensora de derechos humanos, especialista en trato

igualitario y no discriminación, docente de la UnADEM