Reforma judicial, el caldo y las albondigas

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Javier Solórzano Zinser
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El conocimiento y la experiencia son claves en cualquier actividad humana. No se puede centrar la vida del país en aquello de 90% de lealtad 10% de capacidad, como si las dos cosas no pudieran estar integradas.

Suele suceder que en la medida en que se va avanzando en la actividad profesional surgen vicios y hechos de corrupción. También es cierto que se entra en un proceso, para decirlo a la manera de Menotti sobre los futbolistas, de aburguesamiento. Si se van alcanzando objetivos puede pasar que se puede dar la eventualidad de que se trabaje con menos fuerza, voluntad y menor compromiso.

El conocimiento y la experiencia son los detonadores  para que la sociedad tenga un proceso sistemático de renovación y transformación, desde donde se vea son las claves del avance y el cambio.

Las posibilidades de movilidad social están marcadas por la educación y el conocimiento. Las familias hacen grandes esfuerzos, porque entienden que en las universidades está la posibilidad de que sus hijos tengan mejores condiciones de vida, una formación integral y futuro, a la vez que las familias puedan entrar en una dinámica virtuosa de carácter económico que les permita vivir dignamente.

En todas las instituciones de educación superior las familias tienen que hacer algún tipo de gasto, al menos para el transporte y cierto material escolar. Las familias buscan que sus hijos logren el mejor resultado, el orgullo de que estén en la universidad y se reciban es una aspiración y un sueño.

Para llegar a estos escenarios se requiere de formaciones educativas fundadas en el conocimiento y en experiencias para que en cuanto se inserten en el mercado de trabajo no lleguen con una mano adelante y otra atrás. La responsabilidad de las universidades es en este sentido de la mayor importancia. La formación estudiantil es el punto de partida para la sistemática transformación de la sociedad.

Es cierto que en ocasiones el mercado del trabajo se cierra de manera obtusa. A los jóvenes no les permiten oportunidad alguna para experimentar y ser escuchados, lo cual podría abrirle a las empresas alternativas, incluyendo a los gobiernos.

La narrativa en este sentido es totalmente contradictoria. Las empresas y los gobiernos hablan de los jóvenes, pero les ofrecen muy pocas oportunidades, lo que incluye a la presente administración y a todos los partidos políticos; es una narrativa con una alta dosis de hipocresía.

El joven recién egresado en pocas ocasiones recibe oportunidades, porque, por un lado, está el temor a que se presenten en el ensayo y error consecuencias, y por otro, está el temor de que quienes laboran en las empresas sean desplazados por nueva mano de obra con conocimiento, voluntad y enorme deseo de colocarse y desarrollarse; quienes corren el riesgo invariablemente terminan por verse beneficiados.

Sin embargo, existen consideraciones que se deben atender. Una cosa es tener la voluntad de que los jóvenes vayan paulatinamente avanzando y otra es que de la noche a la mañana los pongan como jueces, constructores de viviendas, piloteen aviones comerciales o hagan operaciones a corazón abierto. Hay que llevarlos a través de un desarrollo gradual consistente, hacerlos es una forma de cuidarlos y ofrecerles futuro y garantías.

Pensemos las cosas porque por más que anden diciendo que no se necesita ser doctor en derecho para saber lo que es justicia o que los recién egresados pueden ser jueces, se requiere de un proceso y evitarles salidas fáciles que les podrían ser al tiempo  frustrantes.

Podría ser que en lugar de reformar la justicia lo que haríamos sería llevar el proyecto a la profunda injusticia; sería más caro el caldo que las albóndigas.

RESQUICIOS.

Acapulco está rebasado desde hace tiempo. Otis le dio una muy breve pausa. En las últimas semanas la violencia ha llegado al extremo, lo cual tiene en vilo a los ciudadanos y a la presidenta municipal que, de plano, ha reconocido que no puede.