Albergues, casas de cuidado, no de tortura

SIN MIEDO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La normalización de la violencia en contra de niñas, niños y adolescentes en el país, cada vez es más alarmante, sobre todo cuando las autoridades son omisas a pesar de ser responsables de velar por sus derechos y salvaguardarlos.

Y digo lo anterior luego de que hace unos días, este diario dio a conocer la violencia que sufren niñas, niños y adolescentes en los albergues del Instituto de Atención a Poblaciones Prioritarias (IAPP), del Gobierno de la Ciudad de México, donde se supondría deben de ser cuidados y protegidos.

La nota publicada relataba los diversos actos de tortura que sufren los menores, al ser sometidos tomándolos del cuello o pateándolos.

Las fotografías publicadas dieron muestra del momento en el que se está dando una sustancia a una menor, aparentemente dormida o inconsciente.

Ante este escenario de alarma social, es necesario realizar acciones encaminadas a proteger los derechos humanos de niñas, niños y adolescentes.

Por eso presenté un punto de acuerdo para exhortar a las autoridades federales y de las 32 entidades federativas, para corregir la operación de albergues públicos y privados, a fin de proteger y garantizar los derechos humanos de los menores que ahí habitan.

Toda vez que en algunos albergues las niñas, niños y adolescentes son abusados física, sexual y psicológicamente por parte de sus cuidadores, quienes se aprovechan de su vulnerabilidad.

Datos del Inegi estiman que son 30 mil niñas, niños y adolescentes los que actualmente viven en orfanatos o albergues, cerca de cinco millones de ellos están en riesgo de perder el cuidado de sus familias por causas como pobreza, adicciones, violencia intrafamiliar y procesos judiciales.

En México, es necesario implementar acciones concretas para producir los cambios que se requieren, programas de atención a las víctimas, mejoras en el sistema de denuncias, sanción a los agresores, y estudios orientados a comprender la dimensión y la complejidad de la violencia.

Sobre todo, cuando no es la primera vez que se sabe o se conoce de las condiciones y violencia que vive nuestra niñez y adolescencia, en los diferentes albergues o casas hogar que hay en el país.

La violencia contra niñas, niños y adolescentes no cesa aún, cuando ésta menoscaba su integridad y vulnera completamente sus derechos humanos.

Cualquier menor que sea lastimado en un albergue debe ser rescatado, y los adultos que cometan este delito no pueden quedar impunes, por ello exhorto a las autoridades de los tres niveles de Gobierno a que actúen para garantizar los derechos de la niñez y de la adolescencia.

Es importante señalar que así como hay albergues que son un infierno, debemos reconocer aquellos en donde nuestros niños, niñas y adolescentes son tratados con respeto y garantía a sus derechos e interés superior.