Las abuelas piedras

ENTREPARÉNTESIS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Ayer domingo salió el sol y el aire estaba tibio: imposible quedarse en casa cuando uno siente que el invierno y las lluvias han durado seis meses. (Con esa maravillosa elasticidad del inglés en que los sustantivos migran a verbos, Seamus Heany dijo famosamente: “If we winter this one out, we can summer anywhere”, en donde “winter” se convierte en una acción resiliente.) Así que salimos y fuimos al distrito de Madron, muy cerca de aquí, en el suroeste de Corn-wall, Inglaterra.

En Madron floreció la minería hace un cuarto de milenio, y hoy quedan ruinas desperdigadas aquí y allá de aquellas viejas construcciones de piedra dedicadas a extraer estaño del alma de la tierra. Pero la atracción principal del caminante no son tanto las minas como las piedras, los monolitos, esa gramática colosal con que unos antiquísimos ancestros nuestros, tal vez de la Edad de Bronce, dijeron “aquí estamos”, y lo siguen diciendo con la elocuencia muda de las grandes rocas.

En una breve caminata circular de apenas dos horas y media, cuatro hitos nos esperaban con paciencia milenaria.

Comenzamos con Mên-an-Tol, pequeña formación de dos piedras erguidas con una asombrosa piedra circular en medio, en forma de aro y trazada con un imposible compás. Se ignora el sentido y la función de esta estructura megalítica, aunque me gusta la teoría de que fue un observatorio para identificar otros sitios rituales o, incluso, una ventana para asomarse a otros mundos. Se dice que el aro tiene virtudes curativas, proféticas o que trae fertilidad. Por si las dudas, lo atravesamos, cómo no.

De ahí nos encaminamos a Mên Scryfa, un monolito erguido que data del siglo sexto y que tiene una inscripción conmemorando a Rialobranus, hijo de Cunovalus, tal vez un rey que ahí peleó y ahí mismo cayó. Se dice que la piedra tiene la misma estatura del líder Rialobranus (que, por cierto, es exactamente mi estatura).

Proseguimos rumbo al círculo de piedras llamado Nine Maidens, un impresionante monumento que también se conoce como Naw-voz o las “nueve hermanas”. Situarse en medio de un ancestral círculo ritual no es cualquier cosa, se sienten vibraciones antiguas, celtas, y un silencio sagrado parece depositarse en el alma misma. La leyenda dice que nueve doncellas fueron convertidas en piedra como castigo por bailar en domingo. Hay otro megalito cerca del círculo, conocido como “El violinista”, que, al parecer, tocaba para las señoritas y también fue petrificado.

Cerramos nuestra breve exploración con broche de oro, o mejor dicho de piedra, y qué piedra. Se trata de Lanyon Quoit, un impresionante dolmen que consiste en tres grandes piedras sosteniendo a una plancha colosal de aproximadamente doce toneladas. Es un túmulo, un sitio fúnebre y tal vez el monumento prehistórico más fotografiado de Cornwall. Es frágil, pues la leyenda dice que hay un tesoro enterrado debajo y la gente ha excavado por décadas y debilitado sus fundamentos, pero ahí está, orgulloso, fotografiado, reproducido, citado (en un poema de W. S. Graham) y grabado en nuestra memoria para siempre, porque las piedras sólo hablan para quien escucha desde la eternidad. Las abuelas piedras.