Julio Trujillo

Gracias, niebla

ENTREPARÉNTESIS

Julio Trujillo*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Julio Trujillo
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

En esta zona del mundo se ha instalado, desde hace un par de días, una niebla tenaz que ha borrado el horizonte y, con él, una versión visible del futuro, como si todo estuviera reducido al aquí y al ahora de nuestros pasos y respiración. Es, de hecho, una niebla acogedora, que nos invita a encerrarnos en casa y en nosotros mismos. Se antoja decir, como lo hizo W. H. Auden, “gracias, niebla”.

¿Pero qué es lo que agradecía Auden? Veamos. Gracias, niebla (1974) fue el último libro del poeta de York, publicado muy poco después de su muerte a finales de septiembre de 1973 y con poemas escritos mayormente entre 1972 y 1973. El poema que da título al libro (¡y qué hermoso título!), muy popular entonces y ahora, se refiere a una Navidad de 1972 pasada en la casa de unos amigos en Wiltshire. Fue la primera Navidad que Auden pasó en Inglaterra desde 1937 después de un largo exilio estadounidense… Es una casa de campo en la que cuatro amigos están recluidos y que el mal tiempo recluye incluso más. La niebla que llega para acompañar al poeta es su magdalena de Proust:

“Acostumbrado al clima de Nueva York,

tan familiarizado con su smog,

a ti, su impoluta hermana,

te tenía olvidada por completo”

Recordemos que smog es la conjunción de “smoke” y “fog”, y por ello decirle a la niebla “impoluta hermana” (unsullied sister) del smog es tan irreprochable. El poeta, en Wiltshire, recuerda de golpe los inviernos británicos y siente una melancolía que duele bien. “Enemiga de la prisa”, le dice a la niebla, y continúa dirigiéndose a ella, celebrando su visita y su invitación a la reminiscencia, a la lectura (sabemos que Auden estaba leyendo un libro de Hanna Arendt que había encontrado en casa de sus anfitriones), a los crucigramas, a las afinidades y a la diversión. Auden le agradece a la niebla el “intermedio especial” que ha sacado a ese grupo de amigos del mundo y de sus concomitantes malas noticias (noticias que la prensa “vomita” en una “prosa chapucera”). Pero el paraíso no era tal…

Su biógrafo Humphrey Carpenter nos cuenta que Auden, en esa estancia, se sentaba frente al fuego todo el día, y que sus anfitriones no podían entablar conversación alguna con él. Auden rechazó el café especialmente comprado para él y exigió café instantáneo, al igual que rechazó leer el Times y pidió que le hicieran llegar el Daily Telegraph, alegando que conforme uno envejece se hace más de derechas... Consumía casi una botella de vodka al día, que bebía en las noches en su habitación, y se negó a cruzar la puerta para salir a pasear. Cuando una visita al escritor Christopher Sykes fue cancelada debido a la espesura de un banco de niebla, Auden se veía visiblemente contento de regresar al fuego y sus crucigramas…

Auden permaneció ahí una semana, negándose a regresar a Oxford, pero finalmente lo hizo. Al terminar el año académico, huyó a su casa en Kischstetten, Austria, para pasar el verano. Dio un recital en Viena el 29 de septiembre de 1973. Tenía planeado volver a Oxford, pero esa misma noche sufrió un infarto y murió.

Es probable que su verdadero regreso a Inglaterra se lo debiera a la niebla.