Montserrat Salomón

Chile, 50 años de dolor

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Montserrat Salomón
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El 11 de septiembre de 1973 Chile vivió un golpe de Estado que cambiaría su faz y marcaría su historia con repercusiones que llegan hasta nuestros días. El gobierno izquierdista de Allende estaba inmerso en un sinfín de problemáticas y el ejército, apoyado por la derecha política, tomó el poder y así inició una de las dictaduras más controvertidas de nuestro continente: la de Pinochet.

A cincuenta años de ese evento histórico, es momento de reflexionar, tomar distancia y aprender del pasado. Sin embargo, Chile llega a este aniversario en una época convulsa y llena de incertidumbre.

Hacer un balance de los últimos 50 años no es sencillo. La dictadura trajo orden y una cierta estabilidad económica que permitió el crecimiento, pero a un altísimo costo social. Sobra documentación en torno a los abusos de poder durante el gobierno de Pinochet: desapariciones forzadas, torturas y asesinatos. Fue una época negra que culminó perdiendo empuje, al mismo tiempo que se apagaba la vida del dictador. Después, se sucedieron gobiernos que buscaron retomar el rumbo democrático y que, en general, rescataban cierta tendencia conservadora en su espíritu. Hasta que llegó Boric con su revolución juvenil de signo izquierdista.

El triunfo en las urnas de Gabriel Boric fue un hito para Chile. Nuevamente habría un presidente de izquierdas al poder. El miedo se propagó al igual que el entusiasmo de una juventud a la que poco parecía impactarle la memoria histórica y que salía a las calles a pedir un cambio para tener más oportunidades de desarrollo. Sobre esta ola de entusiasmo, Boric armó un gabinete joven, con ilusiones y sin experiencia, que soñaba con reformar el gobierno de una sociedad que más bien se reconoce a sí misma como conservadora. El fracaso era inminente.

Así, hoy Chile se enfrenta a un laberinto que el aniversario del golpe de Estado pone a relieve. La principal bandera de Boric, la reforma de la Constitución que dejó por herencia Pinochet, está atascada puesto que la sociedad misma rechazó la propuesta del presidente por considerarla de izquierda. Así, sin rumbo, se busca cumplir con la promesa hecha con una nueva redacción sin una idea clara del proyecto de nación que se busca. Una situación de desorden alarmante que recuerda aquellos tiempos de Allende.

Chile es una gran nación y es ejemplo de fortaleza y trabajo. Merece que la revisión de un periodo histórico tan doloroso se haga en calma y con miras a una reflexión constructiva. De nada servirá la polarización de la sociedad y la destrucción del presente. El proceso iniciado para la redacción de una nueva Constitución no debe tomarse como una prueba de músculo político. Los chilenos merecen más. Es hora de dejar el pasado atrás.