El Consejo Nacional Electoral de Venezuela dio el anuncio a medianoche, como tratando de sorprender al pueblo cansado, la tendencia, dijeron, es irreversible: Nicolás Maduro ha ganado las elecciones y continuará al frente del país.
Nada ha de sorprendernos de un organismo que, de hecho, está bajo el mando del Estado. Es un fraude mayúsculo, esperado y temido por todos. Es un fraude que confirma el cinismo de un régimen dictatorial que sólo simuló unas elecciones para calmar el clamor popular dentro y fuera de sus fronteras.
El camino a las urnas ya nos hablaba de fraude. Desde el ascenso meteórico de Corina Machado como candidata, Maduro echó mano a cuanta triquiñuela estuvo a su alcance para continuar en el poder. Primero inhabilitó a Machado sin importarle las protestas internacionales que le advertían que habría consecuencias. No le importó, sabe que la comunidad internacional es un tigre desdentado. Posteriormente, impidió el voto a un sinnúmero de opositores: encarcelándolos, inventándoles crímenes, impidiendo su regreso a suelo venezolano para votar, etc. También impidió la entrada de comisiones internacionales que buscaban observar los comicios para asegurar su transparencia. Lo hizo todo ante los ojos del mundo. Un fraude a plena luz del día.
Las encuestas indicaban el triunfo de la oposición, pero Maduro tenía otros datos. Desde la madrugada del domingo se han empezado a escuchar cacerolazos en las calles como una primicia de las protestas que vendrán. Varios mandatarios, incluidos los de Chile y Brasil, con gobiernos de izquierda, han pedido que la autoridad electoral muestre las actas como evidencia del conteo. Nadie le cree a Maduro. Todos lo sabemos: ha cometido un fraude electoral.
Si Maduro buscaba legitimar su mandato para aligerar las presiones y sanciones internacionales, va por mal camino. Estados Unidos ha cuestionado los resultados al igual que la Unión Europea. Todos exigen ver el total de las actas, lo cual
será imposible puesto que el Consejo Nacional Electoral anunció desde temprano que el sistema había sido hackeado y que no contaba con los respaldos solicitados.
Venezuela se asoma a un abismo. Más de 40% de la población ha declarado que migraría si Maduro no permitía la transición. Esto, sumado a la hiperinflación que se vive en el país nos presenta un clima de tensión que afecta a toda la región.
Maduro está dispuesto a inmolarse por la revolución. Lamentablemente no piensa hacerlo solo y se llevará consigo a millones de venezolanos atrapados en sus redes de ambición y poder. Se vienen tiempos oscuros en los que lamentablemente no se descarta la violencia y represión por parte de un régimen que ya declaró estar dispuesto a un baño de sangre con tal de continuar en el poder.