Rafael Rojas

Echeverría, Cuba y el silencio

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Luis Echeverría y Fidel Castro, en una foto de archivo.
Luis Echeverría y Fidel Castro, en una foto de archivo.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Foto: Especial
Por:

El pasado 10 de julio, ningún medio oficial cubano publicó una semblanza del expresidente Luis Echeverría Álvarez, fallecido a sus 100 años en Cuernavaca. Si la muerte —o la vida— de Echeverría terminaron careciendo de relevancia para el gobierno cubano es porque algo cambió en la percepción de su figura en los últimos años. Algo, por lo visto, inconfesable o inabordable, ni siquiera, desde un artículo de opinión.

Echeverría fue fundamental para la reconstrucción de la legitimidad internacional del régimen cubano en los años 70, luego de su pleno alineamiento con el bloque soviético. Desde el inicio del sexenio, el presidente mostró interés en un activismo tercermundista que se plasmó en el respaldo al gobierno de Salvador Allende en Chile y la propuesta a la ONU de una Carta de Derechos y Deberes Económicos. En 1973, Echeverría viajó a la Unión Soviética y China, proyectando una voluntad de “autonomía” en política exterior, que continuó con la extensión de lazos diplomáticos con Alemania del Este, Rumanía, Yugoslavia y 64 países de Asia, África y el Caribe.

El viaje a La Habana, en agosto de 1975, un año después de que México defendiera en la OEA el derecho de gobiernos del hemisferio a sostener relaciones con Cuba, formó parte de aquella política. La delegación presidencial, como reportó exhaustivamente el periódico Granma desde el 16 de agosto, incluyó más de veinte funcionarios, entre los que figuraban el canciller Emilio Rabasa, el jefe del Estado Mayor Presidencial Jesús Castañeda Gutiérrez y el subsecretario de Gobernación Fernando Gutiérrez Barrios, viejo conocido de Fidel y Raúl Castro.

Si Echeverría fue tan importante para Cuba, ¿cómo entender el silencio sobre su muerte en La Habana? Difícilmente
ese silencio está desconectado del hecho de que el saldo represivo de las masacres del 68 y el Jueves de Corpus del 71, de la guerra sucia y la hostilización de las guerrillas de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, en las que Echeverría intervino de manera protagónica, es reconocido públicamente en México, aunque no en Cuba

A Echeverría, y a su hijo Adolfo, los pasearon en un auto descapotable por las calles de La Habana, acompañado de Fidel y el presidente Osvaldo Dorticós. Recibió la Orden José Martí, puso una ofrenda floral en el busto de Benito Juárez y visitó puertos pesqueros, las ciudades de Cienfuegos y Pinar del Río y el plan ganadero del Valle de Picadura. En todas sus intervenciones, hizo una defensa del socialismo cubano en términos estrictos del nacionalismo revolucionario, como si la Revolución cubana fuera la hija de la mexicana, a pesar de adoptar la ideología marxista-leninista y el modelo de partido único.

El comunicado conjunto de Echeverría y Castro, el 22 de agosto, era una declaración de principios tercermundistas y a favor de la Carta de Derechos y Deberes promovida por México. Pero también inscribía el relanzamiento de relaciones entre México y Cuba en el protocolo de entendimiento comercial firmado por Echeverría con el CAME, el mercado común soviético. Lo sustancial estuvo relacionado con un ambicioso proyecto de colaboración técnica en la industria azucarera, cooperación en turismo, pesca y medios de comunicación, además de venta de níquel a México.

Más allá del limitado rendimiento de aquel proyecto bilateral, la visita de Echeverría y su cobertura mediática, en la isla y en México, se convirtieron en el modelo de diplomacia presidencial que Cuba demandaba al PRI. Un modelo que se repitió casi al pie de la letra con José López Portillo en 1980 y que, a su manera, sobrevivió con Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari. Fue con Ernesto Zedillo que aquel modelo entró en crisis.

Más allá del limitado rendimiento de aquel proyecto
bilateral, la visita de Echeverría y su cobertura mediática, en la isla y en México, se convirtieron en el modelo
de diplomacia presidencial que Cuba demandaba al PRI. Un modelo que se repitió casi al pie de la letra con José López Portillo en 1980 y que, a su manera, sobrevivió con Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari. Fue
con Ernesto Zedillo que aquel modelo entró en crisis

Si Echeverría fue tan importante para Cuba, ¿cómo entender el silencio sobre su muerte en La Habana? Difícilmente ese silencio está desconectado del hecho de que el saldo represivo de las masacres del 68 y el Jueves de Corpus del 71, de la guerra sucia y la hostilización de las guerrillas de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, en las que Echeverría intervino de manera protagónica, es reconocido públicamente en México, aunque no en Cuba. Ante el dilema de exponer el doble juego de Echeverría, que llegó al intercambio de información con la CIA y los gobiernos de Nixon y Ford, y la calculada connivencia de La Habana, los medios oficiales cubanos prefieren callar.