¿Reconquista o desestabilización de Ucrania?

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Una mujer llora frente a los escombros que dejó un ataque ruso en Kiev, Ucrania.
Una mujer llora frente a los escombros que dejó un ataque ruso en Kiev, Ucrania.Foto: AP
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Hemos escuchado todo tipo de justificaciones del ataque de Rusia contra Ucrania. Desde las que aseguran que el gobierno ucraniano es ilegítimo, corrupto y autoritario por tener respaldo de Occidente y reprimir las repúblicas separatistas del Donbass hasta las más propiamente geopolíticas, basadas en la posibilidad de que se integre a la OTAN y aumente su infraestructura militar en la frontera occidental de Rusia.

Es preciso admitir que una parte de esos argumentos no carece de racionalidad. La expansión de la OTAN puso en riesgo la seguridad de Rusia y era necesario restablecer el equilibrio de poderes en Europa. Esa expansión, concebida como un mecanismo de disuasión del relanzamiento del poderío ruso, a principios del siglo XXI, resultó contraproducente, como probablemente serán ineficaces las sanciones contra Moscú que impulsan Washington, Londres y Bruselas.

Sin embargo, los argumentos del Kremlin para legitimar sus ataques, desde los que acusan la hostilización ucraniana de las zonas pro-rusas o de ascenso del neonazismo en la región hasta los que atribuyen a Kiev la voluntad de incrementar su poderío militar e, incluso, nuclear, chocan contra la evidencia de que ese estado de Europa del Este es pequeño y débil y que su soberanía está siendo violada por el poderoso vecino.

No es azaroso que los gobiernos latinoamericanos que más demagógicamente explotan ese repertorio de agravios sean los únicos que se alinean incondicionalmente con Moscú. Entre esos gobiernos y el Kremlin se comparte, desde la llegada de Vladimir Putin al poder, un profundo malestar con la desintegración del bloque soviético y un inocultable rechazo a la promoción de la forma democrática de gobierno

A quienes vivimos en América Latina y el Caribe, este horrible espectáculo nos recuerda la larga historia de intervencionismo de los viejos imperios europeos y la gran potencia hemisférica, Estados Unidos, durante los dos últimos siglos. Muchos gobiernos de nuestra región, el de Francisco I. Madero en México, el de Jacobo Arbenz en Guatemala o el de Salvador Allende en Chile, fueron derrocados con apoyo de Washington, a pesar de haber surgido de elecciones democráticas. No pocos países de Centroamérica y el Caribe sufrieron durante gran parte del siglo XX ocupaciones militares, golpes de Estado e intervencionismo constante de Estados Unidos.

Es asombrosa la coincidencia discursiva entre aquel intervencionismo de Estados Unidos en América Latina y el Caribe y el actual de Rusia en Ucrania y Europa del Este. Hasta las mismas palabras se repiten: geopolítica, seguridad nacional, subversión interna, protección de vidas y bienes de connacionales, nazismo y/o comunismo, inestabilidad regional, guerras civiles…. En perfecta sintonía lingüística con los imperialismos occidentales, la injerencia rusa se presenta como “misión de paz”.

No es azaroso que los gobiernos latinoamericanos que más demagógicamente explotan ese repertorio de agravios sean los únicos que se alinean incondicionalmente con Moscú. Entre esos gobiernos y el Kremlin se comparte, desde la llegada de Vladimir Putin al poder, un profundo malestar con la desintegración del bloque soviético y un inocultable rechazo a la promoción de la forma democrática de gobierno. No sólo la visión geopoliticista de las relaciones internacionales, también la apuesta por el autoritarismo los une.

Seguramente las acciones de Rusia alentarán actores de tendencia autoritaria y unilateralista que se reproducen dentro o fuera de Occidente. Logre Putin una reconquista o una desestabilización de Ucrania, como la que se produjo en Irak, Afganistán, Libia o Siria, el saldo de esta escalada será desastroso para la paz y la gobernanza mundial

A la luz del estallido de esta guerra, la pregunta que se impone es por qué hace más de treinta años, en tiempos de la bipolaridad, cuando las ideologías eran discordantes, existían mayores posibilidades de negociación diplomática. El deterioro de los mecanismos para disuadir, contener o dialogar en el orden internacional se acentúa. El unilateralismo con que Putin maneja el conflicto con Ucrania es una revancha y un remedo del unilateralismo con que Washington se ha conducido, en las últimas décadas, en diversas regiones del mundo.

Seguramente las acciones de Rusia alentarán actores de tendencia autoritaria y unilateralista que se reproducen dentro o fuera de Occidente. Logre Putin una reconquista o una desestabilización de Ucrania, como la que se produjo en Irak, Afganistán, Libia o Siria, el saldo de esta escalada será desastroso para la paz y la gobernanza mundial.