Los ucranianos del Caribe

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La crisis en Ucrania se agudiza con el reconocimiento del Kremlin a las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk y el despliegue militar de Rusia en esos territorios del sudeste del país. Por mucho que Occidente insistiera, desde hace meses, en que Rusia preparaba una incursión directa en la región de Donbass y que Moscú lo negara, la situación se coloca en la antesala misma de la guerra.

Moscú podría crear una franja de control en el sur de Ucrania, entre su frontera y Crimea, por la costa del mar Azov, dividiendo en la práctica esa nación de Europa del Este. El presidente Vladimir Putin lo ha reiterado con franqueza en estos días: Rusia no sólo no admite la integración de Ucrania a la OTAN y la Unión Europea, porque pone en riesgo su seguridad, sino que niega la existencia misma de esa nación y ese estado.

Las reacciones no se han hecho esperar, aunque menos agresivamente. Washington y Londres han anunciado nuevas sanciones económicas contra Moscú, mientras Alemania propone frenar el megaproyecto del gasoducto Nord Stream y Francia llama a preservar la vía diplomática. Una próxima reunión, prevista desde la semana pasada, entre los cancilleres Antony Blinken y Sergei Lavrov, se mantiene en pie.

Como ya es costumbre, el conflicto por la soberanía de Ucrania resuena en América Latina y el Caribe. Los presidentes de Argentina, Alberto Fernández, y de Brasil, Jair Bolsonaro, han viajado a Moscú en medio de la crisis ucraniana. En ambos casos, las tensiones de Moscú con Occidente se presentan como una oportunidad para relanzar el comercio y las inversiones de Rusia en Suramérica.

Hay, sin embargo, una diferencia notable entre la forma en que Brasil y Argentina aprovechan la crisis ucraniana y el alineamiento geopolítico con Moscú, que promueven los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Para Bolsonaro y Fernández, que se ubican en polos divergentes del nuevo mapa ideológico regional, el acercamiento a Moscú es una apuesta por un mundo multipolar, que no pone en riesgo las relaciones de esos países con potencias occidentales.

En los otros tres países, recientemente visitados por el viceprimer ministro ruso, Yuri Borísov, la trama de los vínculos con Rusia está centrada en la colaboración militar y energética, y se acompaña de un lenguaje de solidaridad diplomática. Mientras Brasil y Argentina enfocan sus nexos con Moscú desde un pragmatismo que permite a sus respectivas cancillerías proyectar cierta neutralidad frente al conflicto ucraniano, estos tres países respaldan abiertamente la escalada militar de Rusia.

El Kremlin acaba de reiterar su adscripción a una arcaica ideología nacionalista, que responsabiliza de la fragmentación de la URSS tanto al comunismo como al liberalismo. Su visión analógica y geopoliticista del mundo, lo lleva a considerar a pequeños países del Caribe y Centroamérica como colonias de Estados Unidos que deben ser cortejadas, tal y como Occidente corteja a Ucrania.