La construcción de una realidad a modo

ES LA ESTRATEGIA...

Rodrigo López San Martín
RODRIGO LÓPEZ SAN MARTÍN
Por:
  • Rodrigo López San Martín

En el México de la Cuarta Transformación, la realidad, es moldeable.

Aunque en una democracia siempre habrá temas sujetos a debate y eventos susceptibles a la interpretación, hoy, en México, ni las cifras, ni los indicadores, o siquiera los datos duros, son determinantes.

Desde hace unas semanas, Andrés Manuel López Obrador empezó a dar señales de que iniciaba la construcción de una nueva realidad, a modo. El presidente de la República ha decidido que, si la realidad no lo respalda, peor para la realidad.

Después de años de criticar a gobiernos anteriores por el “raquítico” crecimiento económico y de prometer un crecimiento del 4 por ciento anual, hace unas semanas, AMLO decidió que ese indicador ya no era válido. Anunció “un índice alternativo al PIB (…) un nuevo parámetro, que va a medir crecimiento, pero también bienestar (…) y otro ingrediente en este nuevo paradigma, la felicidad del pueblo…”

Ese fue el primer aviso. El 6, 7 u 8 por ciento que caerá la economía mexicana en 2020, no será una cifra trascendente, un motivo para corregir sus políticas o alterar su toma de decisiones.

Pero hay más. En los últimos días, contra todos los datos disponibles, aún contra la información presentada por el vocero de su propio gobierno, el presidente anunció que, en México, habíamos “domado la pandemia” y que era tiempo de regresar a las calles y vivir nuestra “libertad”.

¿Qué significa esto hacia el futuro de México?

Primero, que AMLO empieza a mostrar su estrategia rumbo a 2021.

Sabiendo que esos meses con el 80 por ciento de aprobación han quedado atrás, López Obrador y su equipo parecen enfocar sus baterías en blindar la fidelidad de los suyos, asegurar su respaldo, activarlos como sus defensores y, en última instancia, movilizarlos a las urnas en junio de 2021.

Porque para ganar las elecciones no se necesita ese 80 por ciento. Para ganarlas, ese 30 o 35 por ciento de sus incondicionales puede ser más que suficiente. Porque ese porcentaje crece en valor frente a los tradicionales niveles de abstencionismo en las elecciones intermedias (superior a 50 por ciento).

Si todos los suyos van a las urnas en 2021, la mayoría legislativa para la segunda mitad del sexenio estaría prácticamente asegurada.

Para activarlos, motivarlos y movilizarlos, el presidente entendió que es necesario darles herramientas y argumentos –aun construidas artificialmente– para defender a su gobierno y para seguir creyendo y defendiendo a su Cuarta Transformación.

Segundo, significa que el nivel del debate público caerá. Porque frente a realidades a modo para cada forma de pensar, las cifras y los datos duros dejan de ser relevantes para evaluar el cambio o continuidad de un grupo o un partido en el poder.

Y ahí, pasamos del debate de las ideas a los monólogos. Donde los prejuicios de los ciudadanos sobre cada fuerza política son más determinantes, que el contenido de sus propuestas.

Es decir, el seguidor de AMLO descartará cualquier argumento que exhiba fallas en el gobierno, así sean sustentadas estadísticamente, mientras que la oposición quedará muy acotada en el discurso para poder convencer a esos electores de cambiar de camiseta.

Con esta construcción de una realidad alterna, podríamos acercarnos a las campañas más polarizadas, pero menos útiles de nuestra historia.

Para la oposición, es momento de cambiar de estrategia. Si se empeñan en su intención de hacer de 2021 un referéndum del discurso o la imagen de López Obrador, podríamos ahorrarnos las campañas. Cada opción (gobierno y oposición) no hará más que reafirmar a los suyos.

Si, en cambio, deciden empezar a comunicar otras agendas, poner a debate otros temas fuera de las banderas del presidente, pero relevantes para la sociedad, pueden, quizá, convencer a un puñado de los electores que no estaban con ellos, y con esto arrebatarle la mayoría al presidente para la segunda mitad de su sexenio.