Valeria López Vela

Traición, traición

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria López Vela
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El viernes pasado, el gobierno de Vladimir Putin vivió momentos de tensión extrema, pues el grupo de mercenarios Wagner —que le había servido como brazo armado— desafió la autoridad del secretario de Defensa, cuestionó los motivos de la invasión de Ucrania e inició una marcha hacia Moscú con francas intenciones de provocar un golpe de Estado.

Desde el extranjero, fue impresionante ver cómo —en cuestión de horas— un importante grupo militar avanzaba, sin resistencia y con el apoyo de los civiles, hacia la capital rusa. Las imágenes retrataban el desplazamiento pero, más importante aún, el desgaste político que ha dejado la invasión a Ucrania al gobierno de Vladimir Putin.

Por primera vez, en la historia, vimos a un Putin echado para atrás, ausente de la zona de crisis, fuera del centro de acción. Contrario a lo esperado, no respondió iracundamente al desafío de Prigozhin; tampoco hizo un despliegue brutal de fuerza. En vez, se agazapó y optó por la mediación a través del líder de Bielorrusia, Lukashenko.

El debilitamiento de Putin es tal que, a pesar de que el Código Penal de Rusia incluye un apartado sobre la rebelión armada, se negó a utilizarlo. Específicamente, el artículo 279 señala: “La organización de una rebelión armada o la participación en ella con el fin de derrocar o cambiar por la fuerza el orden constitucional de la Federación de Rusia o violar la integridad territorial”.

En vez, prefirió acordar el exilio de Prigozhin a cambio del compromiso de no intentar otra rebelión. Además, no habrá persecución ni sanciones en contra de las milicias implicadas.

Finalmente, Putin remató en el discurso del lunes que: “Los organizadores de la rebelión han traicionando a su país, a su pueblo y estaban en proceso de promover un fratricidio, tal y como querían los enemigos de Rusia, tanto los neonazis en Kiev como sus patrocinadores occidentales y todo tipo de traidores nacionales”. Así, desvió la atención de las inestabilidades internas en un franco intento de dar la vuelta a la página.

Sin embargo, mucho me temo que éste no será el final de la historia. Por más que Putin prefiera obviarlo, es claro que tanto buena parte de la sociedad como miembros de las altas esferas económicas y militares no están contentos con el rumbo por el que ha llevado a Rusia. Las sanciones económicas han impactado a las grandes fortunas y la invasión a Ucrania ha sido una empresa moralmente desastrosa y militarmente cuestionable.

Pero, más preocupante aún, es la falsa clemencia mostrada hacia Prigozhin. No puedo evitar recordar la frase de Maquiavelo sobre la traición: “El que quiere ser tirano y no mata a Bruto y el que quiere establecer un Estado libre y no mata a los hijos de Bruto, sólo por breve tiempo conservará su obra”. Putin conoce esta máxima y si no actuó fue porque no tiene la fuerza para hacerlo.