Valeria Villa

Familia y suicidio

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El suicidio dentro de una familia pone en tela de juicio, más que ninguna otra circunstancia, la funcionalidad del sistema. Qué hizo o dejó de hacer el grupo familiar para que una tragedia así ocurriera es una de las preguntas más frecuentes y debe tenerse cuidado de no tomar una postura patologizante hacia la familia.

El duelo por suicidio es uno de los más difíciles porque la culpa entorpece el proceso. Pensar obsesivamente sobre la decisión del suicida persigue y enferma. El suicidio sigue siendo la peor muerte posible para familiares y amigos, la más incomprensible, la que más duele, la más violenta y traumática. Tras la muerte del suicida lo que queda es culpa, vacío y una narración familiar del antes y después de la muerte.

Los esfuerzos por mantener vivo a quien ha muerto son causa de muchas disfuncionalidades en la familia. La madre es quien habitualmente carga todo el dolor de la pérdida si se trata de un hijo. El monto de culpa es enorme y una forma de desplazarla es obsesionarse con el hijo perdido, abandonando el presente y la conexión con los demás miembros de la familia. Es como si nadie existiera más que quien ya no está. Toda la familia experimenta una culpa que se expía recordando al muerto a cada momento y volviendo de la vida diaria un homenaje al ausente. Se detiene el tiempo y se corre el riesgo de paralizarse, de morirse en vida.

“El suicidio, por lo general, es un fenómeno de difícil elaboración, por cuanto sucede de una manera repentina, inesperada, que interpela a los sobrevivientes de muchas maneras y socialmente es inaceptable en la mayoría de las culturas. Es vivido en la familia como un verdadero ataque a su equilibrio, que afecta la estructura y la organización. Cada suicidio afecta siempre a un grupo de personas amplio y genera sentimientos de abandono que suscitan preguntas de reclamo y recriminación, como: ¿Por qué me ha hecho esto a mí?; sentimientos de culpa que cuestionan la participación personal: ¿Podría haber hecho algo para evitarlo?; sentimientos de vergüenza que despiertan ansiedades paranoides: ¿Qué pensarán de nosotros, de nuestra familia, de mí, las demás personas?; sentimientos de estigma que victimizan el entorno familiar: ¿Seremos una familia maldita, tenemos alguna maldición?; y sentimientos autodestructivos? (Familia, suicidio y duelo, José Antonio Garciandía Imaz, 2013).

Después de la muerte por suicidio, la familia debe reestructurarse, adaptarse a la pérdida y recuperar el equilibrio que existía antes del vacío que deja la muerte, hasta el punto que el muerto sólo ocupe un lugar simbólico en la imaginación y en la memoria.

Aunque hay una mente social dentro de la familia, cada uno vivirá el duelo de acuerdo a sus circunstancias particulares, al tipo de

vínculo y al grado de dependencia que se tenía con quien ha muerto. Cuando el duelo es incompleto, suele designarse de modo inconsciente a uno de los miembros de la familia para que asuma la labor de consolar a los demás, generalmente quien tiene más fuerza y tolerancia para soportar el dolor.

El fenómeno suicida no puede reducirse a una sola causa, puesto que al ser multifactorial involucra aspectos individuales, familiares y sociales.

En el ámbito familiar los factores de riesgo son: la transmisión intergeneracional de riesgo suicida, ausencia de la figura paterna, ausencia física y emocional de los padres, distancia emocional entre sus miembros, relaciones afectivas deficientes, estilos de crianza autoritarios, monitoreo y supervisión rígidos y violencia intrafamiliar.

Entre los principales factores familiares de protección ante el riesgo suicida, destacan:

El apego adecuado, la disciplina, la monitorización, la calidez y el apoyo apropiados. La comunicación y monitoreo por parte del padre y de comunicación por parte de la madre. La percepción de calidez y armonía en el círculo familiar, la sensación de unión y apoyo, y la apertura a la expresión de ideas y emociones protegen, sobre todo al adolescente, del riesgo de suicidio (Factores familiares de riesgo y protección ante el suicidio en adolescentes. Una aproximación cualitativa desde el modelo de resiliencia familiar, Bravo-Andrade, López-Peñaloza, Orozco Solís, 2019).

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