Hombres malos

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Pensar en el pasado puede traducirse en una sucesión de imágenes borrosas, a veces desordenadas en el tiempo. Qué pasó antes, qué después, por qué ocurrieron los eventos así como fueron a veces ya no es tan claro después de 10, 15 o 20 años. En su terapia, Laura revisa la historia de sus relaciones amorosas, porque a pesar de que ya no es tan joven, sigue dudando de sus elecciones de pareja, sigue sin sentirse plena en una relación. Tiene la impresión de haber dejado ir a gente que valía la pena, pero que en su momento fue muy fácil de abandonar porque eran demasiado buenas personas o tal vez aburridas o tal vez demasiado extrañas para lo que a ella le resultaba familiar.

La teoría de las relaciones objetales es la escuela teórica del psicoanálisis que se basa en la idea de que el sujeto existe sólo en relación a objetos (personas) que pueden ser externos (reales) o internos (imaginarios). Los objetos internos son versiones internalizadas de objetos externos. Esta teoría fue desarrollada por Melanie Klein, Ronald Fairbairn, D.W. Winnicott y Harry Guntrip, entre otros.

Guntrip, miembro del llamado Grupo Intermedio Británico, trascendió por hacer una precisión sobre las relaciones de objeto. Melanie Klein afirmó que el mundo de los objetos internos se formaba de objetos buenos y malos, que acompañaban o perseguían desde adentro. Guntrip consideró que sólo se internalizan los objetos malos que persiguen desde adentro. Los objetos buenos no necesitan internalizarse, porque cuidan desde afuera. El objeto malo que persigue puede ser un padre o una madre exageradamente rígido, obsesivo, devaluador, maltratador, abandonador, etc.

Laura descubre, al analizar su historia amorosa, que los hombres a los que más les ha llorado cuando rompe con ellos, son hombres devaluadores que la hacen sentir insuficiente. Hombres obsesivos que, como su padre, sólo se fijan en lo superficial, en las formas, y que se muestran desinteresados por quién es ella más allá de la apariencia. A los hombres buenos le ha sido muy fácil dejarlos. A los hombres buenos no les ha llorado tanto como a los que tenía que convencer de que ella valía la pena, que valía la pena quedarse con ella. En esos hombres encontró al objeto malo internalizado de su padre, el primer devaluador de su historia. En sus elecciones de pareja ha intentado controlar a este objeto malo, esforzándose para que hombres descalificadores se enamoren de ella y así reparar la historia de desamor que vivió con su padre. Se da cuenta de que muchas veces la ha deslumbrado la vanidad, el egocentrismo e incluso el desdén de hombres narcisistas que la ponen a prueba. Laura no ha sido capaz, hasta ahora, de enamorarse de alguien que la admire y la trate bien. De esos buenos hombres no se enamora y por el contrario, se vuelve ella la maltratadora y la que devalúa.

La pregunta constante en terapia es cómo se logra dejar de ser como una es, en esos rasgos que atraen la infelicidad. Lo primero siempre será historizar, reconstruir, repasar los recuerdos, las elecciones, las decisiones, aclarar el mapa objetal que es complejo y misterioso, para lograr después de mucho trabajo psíquico, elegir a los objetos buenos y desidentificarse con los objetos malos y así romper la compulsión a la repetición, que es masoquista y mortífera.